Monday, June 23, 2008

Ecologismo Salvaje



Uno de los problemas del discurso ecologista es la urgencia. Cuando la situación está jodida el mensaje no da para muchos matices, claro, que esto no significa que el discurso cinematográfico o artístico tenga que ir de eso, ya que se podría decir que trata justamente de lo contrario, de los matices. Voy a poner un ejemplo muy claro para los lentitos: si el discurso ecologista en torno al problema del agua es “¡¡¡¡No malgastes!!!!”, el discurso artístico en torno al problema del agua podría ser un estudio de un afortunado término de Mike Davis “el hidrofetichismo" Vivimos en sociedades hidrofetichistas, sociedades no sólo preocupadas por gastar el agua, sino también fascinadas por hacerlo en cantidades industriales. Hacemos Exposiciones Universales del Agua, Bienales del Arte sobre el H2O, Circos Acuáticos y anuncios con la voz de Najwa Nimri diciéndonos que la desalación es guay, junto a eso, crecen los mega-proyectos urbanísticos, los campos de golf en los que la vista se pierde y Las Vegas, las de allá y las de aquí, de los Monegros. A toda esta corriente de pensamiento se ha de sumar la fascinación por el líquido elemento cabreado, los tsunamis, las lluvias torrenciales, los tifones y el generalizado “fins-açi-va-arribar-la-riuá”. En fin, que pese a las voces tranquilizadoras de nuestros gobernantes, el ánimo general es que el mundo se va a convertir en Waterworld (1995) el disparate acuático de Kevin Costner, que probablemente se transformará en un arquetipo para nuestros nietos: Dios como un actor/director en clara decadencia, que se la juega en una última superproducción que le lleva a la ruina por problemas técnicos causados por el agua. Propongo desde ya que formemos una nueva religión, los kevinistas.




Pero no se crean que me encuentro solo manteniendo ideas tan disparatadas, que en los últimos meses mi gusto por lo extravagante y ecológico se ha visto ampliamente satisfecho con unas muestras de campo que les traigo en este post para que alucinen. Las dos primeras tienen en común el que se puede considerar el acto ecológico por excelencia, matar a todos los humanos. Y los otros dos tienen en común una lectura surrealista, una vuelta de calcetín, a ese género que todos detestamos, los documentales de naturaleza.


Matar a todos los humanos, el gran sueño de Bender de Futurama se describe en una buena peli de terror, El incidente/ The Happening (2008) de M. Night Shyamalan (El Sexto Sentido, La Joven del Agua). En ella, un ataque terrorista (o no) deviene catástrofe ecológica cuando la raza humana decide, subordinada por la química, tirar por la calle del medio. Una extraña sustancia soltada al aire, elimina químicamente el instinto de supervivencia y hace que la película se pueble de gente saltando por la ventana, disparándose generosamente a la cabeza y otras lindezas por el estilo. Junto a este auto-extermino, M. Night Shyamalan , como en todas sus películas acaba metiendo a esos personajes de cuento que representan un conjunto de ideas sencillas, para que puedan ser comprendidas por alguien de California: lo Moderno, lo Viejo, la Familia, lo Falso… hasta una bruja de cuento de Hansel y Gretel tiene. Claro que la lectura final es un poco angustiosa: la tranquila vida natural de antaño apesta, la decoración de interiores moderna apesta, todo apesta. Resumiendo, la típica suma de disparates de Shyamalan (miedos posmodernos, filosofía new wave, humor inteligente), pero que en este caso encajan muy bien, en un peli, vale, clásica, pero que no por ello deja de ser muy muy angustiosa y de muy mal rollo.



En este mal rollo enlaza con otra interesante peli, El séptimo continente / Der Siebente Kontinent, (1989), de Michael Haneke , una historia simplemente fascinante basada en un caso real austriaco: la típica familia normal, triunfadora, con dinero, con una hermosa casa que un buen día decide encerrarse a cal y canto para destrozar todos sus objetos y después suicidarse. Para mi esta cinta es casi de obligado visionado porque sirve para comprender lo que es dirigir bien y con mucha bilis. Una película demoledora y ecológica, construida a base de esos simpáticos objetos que sirven para destrozar el planeta (el coche, la casa, el dinero) y que acaba en una hecatombe consumista. Un poco lo que hizo Neil Boorman al quemar 20.000 euros en ropa de marca pero en serio. Claro que Haneke tenía las miras más altas, y su inspiración fueron los lemmings , esos roedores de las tundras que hacen estas cosas tan interesantes, según nos cuenta la wikipedia: “Existe el mito de que los lemmings se suicidan en masa como parte de un mecanismo de autorregulación de la naturaleza. Sin embargo, semejante cosa no está científicamente demostrada y se considera que dichas muertes se producen por accidente, debido a la impronta genética que posee este roedor y que determina su sentido de la orientación durante las migraciones. Su instinto biológico le induce a desplazarse invariablemente en una dirección o ruta concreta, que es independiente de los cambios topológicos y climáticos que se puedan producir en su ecosistema de forma natural o por la mano del hombre. Esto provoca a veces situaciones en las cuales los grupos de lemmings se precipitan invariablemete hacia un río, un despeñadero o cualquier otro accidente sobre el terreno”. Tal cual lo que hacemos con el coche, el caparazón de los españoles…



Claro que en la ecología no todo es destrucción y angustia racial, que también hay momentos para disfrutar de la parte contraria, la reproductiva. Esparcir la semilla, polinizar, follar como los perros o como los conejos… todas estas ideas debían de pasarle por la cabecita a Isabella Rossellini , para apuntarse a un proyecto que me tiene hipnotizado, Green Porno (lo pueden ver en este enlace o en “Me ha entrado algo en los ojos”). Green Porno es un grupo de cortos, que cosechó gran éxito en Sundance, sobre la vida sexual de los insectos. Lo realmente llamativo es que, bueno, no sólo están escritos y dirigidos por ella, sino que además están protagonizados por la propia Isabella Rossellini. Cada corto empieza con ella diciendo “Si fuera una mantis me lo montaría de tal modo”. Acto seguido empieza una bizarra representación que lo tiene todo para gustar al personal: colores brillantes, actitud naif, sexo explicito incluyendo aberraciones, necrofilia… Ya le digo, un producto extraño hasta decir basta, que nos dice mucho de Isabella Rosellini, y ya que no puedo superar las palabras de mi compañero de blog, http://www.blogdelabutaca.net/ pues las copio: “la cuestión es que, así de entrada y viendo algunas imágenes de la buena mujer disfrazada de bicho, uno piensa que a la pobre la ha abandonado la cordura… bueno, la cordura, el dinero y los amigos, pero, dejando al margen lo delirante del asunto, el resultado es bastante ingenioso y divertido, y, sobre todo, la Rossellini demuestra que sabe reírse de sí misma. Y es que ya que te lanzas al artisteo multidisciplinar, al menos no te tomes tan en serio que aburras”. Además, aunque todavía no estén disponibles para ver en Europa, están pensados para la tercera pantalla (¡¡!!), esto es, pantallas de celular, ipods, itouche, iphones y el resto de “ies” y “ayes”. Ahora en serio, ¿desde cuándo mola tanto la Rossellini?.



Con lo que no estoy nada de acuerdo es que el green porno sea un invento exclusivo de la Isabella Rossellini, porque estos cortos, en definitiva, no son más que una sublimación de la cosa Furry , o sea, la afición a disfrazarse de animal de peluche que nació en las convenciones de comics (¡aupa!). Dicho en fino: “la apreciación y diseminación organizada de arte y prosa que trata de 'Furries,' o de personajes mamíferos antropomórficos ficcionales.". Pero si creen que la cosa furrie, es una inclinación de unas pocas personas extranjeras y raras, o de actrices en decadencia, espérense a oír de la subcultura"yiff" que es el acabose.





Para comprender la subcultura yiff, antes hemos de señalar que no toda la gente que se disfraza de animal de peluche lo encuentra erótico, sino que muchas veces muchos de ellos simplemente se encuentran más cómodos en la piel de Minie que en la suya propia (o porque les mola el personaje). Pero los que practican el rollo yiff, sí, esos son los guarruzos, son los que pone en marcha toda la parafernalia del peluche en su intimidad más sucia. De hecho dentro de la jerga furry, utilizar el término yiff hace referencia tanto al acto sexual como al reflejo del mismo en dibujos o pelis (vean los inquietantes http://www.fuzzwolf.com/2004yiffyart.html o http://foxxfire.com ). El rollo yiff también tiene su plasmación en la pujante industria del cine casero, de hecho, los cortos de la Rossellini, por lo poco que podemos ver de ellos, son una versión de soft-porno del verdaderamente guarro, es decir, del realizado por pervertidos y no por artistas. Ese es uno de los precedentes que traen a la memoria Green Porno, parece que la Rossellini se ha puesto ciega a ver porno casero en una de las páginas imprescindibles del tema http://www.xtube.com. En ese dominio, recuerden para mayores de 18 años, miles de personas se graban y se cuelgan (con) sus obsesiones, entre ellos destacan los seguidores del yiff, pervertidos disfrazados de peluches, que tienen una puesta en escena tan elaborada como llena de imaginación y mal rollo. Entre ellos destaca un artista de primera fila Ballonfox, autor de una de las películas más importantes del año, Animatronic Pony Sex donde con la ayuda de un pony animado de 300 dólares y un inteligente uso de los recursos narrativos este hombre ha hecho una maravilla de la angustia moderna a la altura del David Lynch. Como si Cronemberg hiciera marionetas, para que se hagan una idea. Una obra maestra que me tiene fascinado, nunca un plano fijo ha dicho tantas cosas a tanta gente.



Véanlo y comparen con Green Porno: es como si pusiéramos al lado de La Belle et la bête (1946) de Jean Cocteau con su surrealismo pijo y de mariquitas, a Videodrome (1983) de David Cronenberg .

Recuerden: ¡¡¡La nueva carne está envuelta de peluche!!!.



Friday, June 6, 2008

Como puta por rastrojo: mujer, cine y postguerra



Mi novio me lleva al cine
Y me lleva a gallinero
Y me mete por detrás,
Así no nos ve el portero.

Esta bonita rima bien podría resumir el sentir popular que se tenía alrededor de un sitio a oscuras donde pasaban cosas extraordinarias, el cine. Los cines de posguerra eran lugares lúgubres donde los novios perdían los brazos y donde los ojos censores, que todo lo querían ver, se volvían tuertos gracias a la oscuridad que precisa la proyección en público. Pocos testimonios nos han llegado de esas prohibiciones cotidianas, de ese poner la mano delante del proyector para tapar el beso de los protagonistas, que como acto censor es bonito por lo bestia o atávico. Así a bote pronto recuerdo dos películas, El camino (1963) dirigido por una mujer, Ana Mariscal, basada en la obra de Miguel Delibes, y donde aparecía una delirante escena de censura que acababa a pedradas, y Esa pareja feliz (1953) de Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga (escena que podéis ver en “Me ha entrado algo en los ojos”). Pero salvo esos escasos ejemplos, me cuesta recordar algún documento o análisis que no sea el de la crónica sentimental sobre una mujer inmersa en el espacio oscuro de una sala de cine generando un pánico moral igual o mayor al espacio que ocupa.


Pero hace un par de semanas cayó, casi literalmente, un libro de viejo a mi cabeza. Un libro titulado Mujeres para después de una guerra escrito por Assumpta Roura donde nos daba noticias de, agárrense que vienen curvas, una institución llamada el Patronato de Protección de la Mujer, cuya presidenta era Doña Carmen Polo de Franco, y que fue formada en los áridos tiempos de la autarquía (1942). Proteger, proteger, no protegían mucho, bien es cierto, que pronto las señoras y señores del Patronato se revelaron como una policía moral para la mujer. Eso sí miraban mucho, en todos los sentidos, por las putas, que para ellas levantaron residencias, y centros de acogida con nombres que daban miedo sólo de oírlos. Nombres tan sonoros como el de “Congragación de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor”, o ya sin poesía, “Prisión especial de Mujeres de Gerona”. En aquellos centros se ayudaba a la caída a levantarse, y se expedientaban, en sendos informes, las miserias de la mujer de posguerra. Entre las prostitutas había infinidad de chicas de servicio que, como si fuera la peli Surcos (1951) José Antonio Nieves Conde, se trasladaban a la ciudad escapando del hambre o la persecución política. Bien es cierto que junto a ellas había casos más llamativos, alejados del ámbito laboral de la prostituta (frescas vocacionales, por así decirlo), casos como el expediente nº 106: “De dieciocho años, natural de un pueblo de Badajoz. Solicitó el internamiento la madre al saber que mantenía relaciones ilícitas con un soldado moro de la escolta del Generalísimo con el que pretendía casarse”. O, mi favorito, el expediente nª 549: “De veinticuatro años, natural de un pueblo de Santander. Huérfana. Ha estado sirviendo cinco años en una casa de salud. En la actualidad vivía con unos tíos espiritistas que la iniciaron en estas prácticas perturbándola gravemente y haciendo preciso su ingreso en el Hospital Provincial de donde ha venido al Patronato”. Una situación que gana por goleada de lo mismo extraño, que cuando leí ese informe mi cerebro no pudo asimilar la situación y tradujo “espiritistas” por “escaparatistas” (¿¿??).

Con estas extrañas historias llegamos a un expediente muy interesante, el nº 159, el de una pobre chica que fue a parar al “Colegio de las Oblatas de Ciempozuelos”, lean, lean: “De diecisiete años, natural de Madrid. Aficionada a cines, bailes y el trato con muchachos, da mal ejemplo a una hermana menor, por lo que su padre solicitó el internamiento”. Y de la mano de éste, llegamos al quid de la cuestión, el cine, junto a otros entretenimientos es un cáncer moral. Una enfermedad a la que tenemos que sumar, a parte de la vana ilusión de sus imágenes corriendo a raíz de 24 por segundo, el peligro que supone que una señorita con falda asista a un espectáculo a oscuras. Este pánico moral que tenía su origen cuando una señorita compraba una entrada y se veía una sesión doble estaba recogiendo un prejuicio del S.XIX: la mujer se identifica con el lugar que está, si está en un sitio público, entonces… sumen 2+2. Esos y otros miedos pasaron del SXIX a mitades del SXX en forma de disposiciones para salvaguardar la moral. Disposiciones como el apartado 2º de “la política de sanidad moral del Patronato de Protección de la Mujer”, titulado con el extraño nombre de “cercenamiento de las especiales solicitaciones del vicio”. Allí se podía leer estas medidas pro-moral que son para llorar después de haber reído a mandíbula batiente:

“b) Mantenimiento de la actual política de censura de cine, vigilancia de los programas y estrecha vigilancia policial del decoro en las salas, anunciado sanciones contra los espectadores escandalosos y aplicándolas severamente.

c) Persecución de la pornografía, no sólo en libros, folletos y revistas, sino también en carteles, anuncios y exhibiciones públicas de desnudos, so pretexto de arte.

d) Reglamentación de los trajes de baño y de playa, de los baños de sol y de las piscinas públicas.

e) Orientación decorosa, sanitaria y española de los deportes, cercenando el exotismo antiespañol en la promiscuidad de sexos, desnudos, etcétera.”

Pues yo que quieren qué les diga, que a mí lo del “exotismo antiespañol” pues me sabe a gloria bendita, nunca mejor dicho, que aplicado actualmente igual te sirve para hablar de la moda del tattoo, la homosexualidad, el MUSAC o el FIB. Que para el caso, todo es lo mismo, “exotismo antiespañol”.


Como el Patronato no podía llegar a todos los lados, verdad, esta institución generó a su vez bloques o asociaciones contra la inmoralidad que actuaban localmente y que mandaban informes anuales sobre la situación moral de cada capital de provincia. El informe que se originó en Zaragoza en 1941 merece que se transcriba detalladamente porque es uno de los textos más reveladores que he podido encontrar sobre la concepción de las salas de cine en la España de los 40. Disfrútenlo, pero recordando que nos habla de Zaragoza de principios de los 40 y no de Sodoma y Gomorra, que es que leyéndolo uno se pone hasta tontorrón, que vicio madre mía, que vicio más feo:

“El Bloque contra la inmoralidad pública de Zaragoza

Termina la guerra de la Liberación, y como secuela de la misma, ofrecía esta capital el más bochornoso y degradante espectáculo en relación con la pública inmoralidad. El ambiente era irrespirable puesto que por doquier imperaba la mayor desvergüenza e inmoralidad.
Los primeros trabajos del Bloque fueron dirigidos contra la inmoralidad en los salones de cine que ofrecían el más vergonzoso y repugnante espectáculo.
Todas las butacas, desde la mitad hasta el final, parecían reservadas a parejas que con la mayor desvergüenza e impudor daban rienda suelta a sus instintos carnales, favorecidos por la casi completa oscuridad.
En primer lugar se requirió a las empresas a que, cumpliendo las órdenes circulares del Ministerio de la Gobernación, dotasen a las salas de la debida luminosidad que en nada perjudica al espectáculo.
Venciendo alguna pequeña resistencia, se ha logrado que haya luces precisas y que sean atendidas inmediatamente las indicaciones del Bloque.
Merced a severas sanciones impuestas que han alcanzado a 450 personas (cuyos nombres han publicado algunas veces, en casos de contumacia, la prensa), al rigor desplegado, vigilancia y constancia en la actuación, propaganda, carteles conminatorios, etcétera, se ha conseguido hacer desaparecer totalmente aquel irrespirable ambiente de sensualidad que reinaba en la ciudad (…).
Se ha conseguido que el cine Actualidades funcione exclusivamente con películas blancas censuradas previamente por miembros del Bloque (…).
Las calles y los paseos estaban también llenos de libertades pecaminosas y vergonzoso sensualismo que era preciso atacar (…)”.

A esta verdadera ola de molicie y sensualismo se vinieron a sumar, en 1942, las chicas de servir de Álava cuya situación quedó reflejada en un informe de la Junta Provincial del Patronato de Protección de la Mujer de la misma provincia. En “Situación de las muchachas de servicio” se urgía a tomar estas medidas: “Medidas más urgentes: Prohibición del trabajo femenino en los bares y vigilancia intensa en los cines con sanciones severas –publicación, incluso, de los nombres en los periódicos-, contra los contraventores de la moralidad”. Diez años después, en Álava la situación había mejorado gracias a que “la vigilancia de Acción Católico y la costumbre de consultar la cartelera ha bajado bastante la peligrosidad” (¿¿??). Claro que Álava no era nada comparado con esa Babilonia Moderna, Barcelona, que tenía cines especializados casi por vicios, según recoge el informe de 1952: “Hay algunos lugares dedicados a la homosexualidad y uno o dos cines en los que frecuentemente se reúnen estos degenerados”. Pero los degenerados barceloneses lo tenían porque los grupos de Acción Católica, la Sección Femenina y otras instituciones actuaban con, literalmente, “desprecio al falso respeto humano. Obran con audacia española, desinterés y disciplina”.


Subrayar esa actitud me ha parecido la mejor forma de acabar de este artículo: amiguitos, allí donde estéis, en un cine de arte y ensayo con cara de idiotas, en un cuarto oscuro alumbrando con el móvil, o en una exposición de un artista conceptual mesándoos la perilla, no renunciéis a la audacia española para luchar contra el exotismo anti-español. Recordar: lo de Aquí o es doblemente bueno o es doblemente bestia. ¡¡¡Vosotros tenéis el Beat y nosotros al Cid!!!.
Expediente nº 415: De veintidós años, natural de Almadén (Ciudad Real). Al morir su padre vino a Madrid para servir en la casa de una artista de cine. Tenía relaciones con un guardia que la dejo encinta: salió de la casa en la que servía y el Ayuntamiento la albergó en el Parque de los mendigos.