Monday, November 17, 2008

Mad men and english dogs


Interrumpo un momento mis importantes quehaceres diarios para escribirles mi última crónica desde Estados Unidos, y se preguntarán ustedes, ¿en que consisten exactamente esas cosas importantes que hago en América?, pues últimamente me dedico compulsivamente a:

HBO LA CADENA QUE ME HACE DECIR "OH-OH"

Ver en un estado casi hipnótico las 13 horas seguidas de ese maravilloso resultado de la civilización radiotelevisada que es Mad Men (2007). Pero no se crean que a mi me importa los Grammys, la respetabilidad intelectual de las series, o los equipos de guionistas transformados ahora en Dostoievskis pluricéfalos (con muchas cabezas, chorlitos). A mi lo que me gusta, ¡que demonios!, es ELLA, Christina Hendricks / Joan Holloway. Ella que aparece en cada secuencia como un transatlántico saliendo de la niebla, majestuosa, misteriosa y llena de curvas. Y es lo que tiene ser un pibón de dos metros altura que lleva los jerséis ajustados como el Louvre sostiene los mayores logros de la humanidad, es decir, al estilo clásico, al estilo Lana Turner, pero pelirroja y por ello más inflamable. Por eso, en cada una de sus apariciones, uno tiene reacciones tan humanas, por animales, como éstas. Que, todo sea dicho, a veces se alternan con las respetuosas demostraciones de patriotismo que siempre inspira una mujer bella: uno no tiene más remedio que dejar su martini triple seco, levantarse y entonar una de las más famosas canciones de Fred Buscaglione “Che Bambola” (la pueden escuchar aquí), una que dice:




“Mi trovavo per la strada circa all'una e trentatrè,
L'altra notte mentre uscivo dal mio solito caffè,
quando incontro un bel mammifero modello "centotrè"
CHE BAMBOLA!
riempiva un bel vestito di magnifico lamé,
era un cumulo di curve come al mondo non ce n'è,
che spettacolo, le gambe, un portento, credi a me”.


(Estaba por la calle a eso de la 1 y 33 / La otra noche mientras salía del café /Cuando encontré un bello mamífero modelo “103” / CHE BAMBOLA! / Llenaba un bonito vestido de magnifico lame,/ Era un cúmulo de curvas, como en el mundo no hay / Que espectáculo, las piernas, un portento, créeme)





Como todos sabrán o habrán adivinado Fred Buscaglione es una de las grandes voces italianas de la década de los 50, o por lo menos, es una de mis preferidas (mías y del copiante de Tonino Carotone) porque a pesar de que tenía un gran dominio de la técnica no dudaba en aplicarla al absurdo y a la comicidad, por ejemplo, en sus recitados a mitad canción que son antológicos. Buscaglione, por así decirlo, tomaba la técnica de los cantantes románticos de los 50, con sus vozarrones, sus mostachos, y sus poses matadoras y la transformaba en un chiste, un buen chiste, eso sí. Lo más curioso del asunto es que Fred Buscaglione triunfaba justo en la misma época en la que se sitúa Mad Men, a finales de los 50, un momento en el que ser hombre dejaba de significar lo que tradicionalmente había significado. Los protagonistas de Mad Men y la especie a la que representan, a diferencia del gran Fred, no estaban para tomarse su masculinidad a guasa ya que tenían el propósito de alcanzar el último logro del hombre blanco heterosexual del SXX: construir las bases del capitalismo hiperacelerado. O dicho llanamente, conseguir que a través de la publicidad consúmanos hasta alcanzar la extinción de la raza – la serie trata sobre el mundo de la publicidad de aquella época. Pero esta historia, como todas las grandes historias americanas, está llena de héroes caídos, de perdedores borrachos, de padres puteros, y de maricas malas y reprimidas (los departamentos de “arte” son, dicho sea de paso, un escándalo).





De hecho la serie puede considerarse en su conjunto, “in toto” que dicen los listos, como un catálogo de necedades masculinas donde prima la zancadilla en los negocios, la chulería en el amor, y los cojones puestos sobre la mesa para el resto de cosas. Una de las secuencias antológicas a ese respecto es cuando dos de los protagonistas se reúnen en una comida de negocios y la acaban convirtiendo en una especie de concurso de comedores de ostras (se ponen a reventar). En otro momento, una de las múltiples amantes que calienta la cama de los chicos de la oficina dice tras una noche de pasión: “Ahora me doy cuenta de lo difícil que es ser hombre”. Al oír esa frase se me encendió una bombilla, le di al “pause”, abrace a mi esposa paternalmente y le dije engolando la voz: “Mira cariño esa frase es una verdad como un templo, además nos habla de un signo de los tiempos, la masculinidad tradicional en decadencia”. A lo que ella me respondió: “Me quieres dejar ver la serie de una puta vez, que no ves que llego reventada de trabajar todo el día en el laboratorio y no tengo ganas de oír tonterías”. Porque claro, aunque bien es cierto que soy del tipo de personas que-lanza-una-pierda-al-lago-y-dice-mira-así-se-trasmite-el-sonido (ya saben a que tipo me refiero), ciertamente es difícil ser un hombre de verdad, uno de esos que se viste por los pies en estos tiempos que corren. O por lo menos así nos lo muestran nuestras series favoritas, por ejemplo, "The Sopranos" con ese patriarca mafioso deprimido, o mi favorito, el mormón protagonista de "Big Love", que se presentó en un celebrado primer capítulo como un amante padre y dedicado hombre de negocios que tiene que tomar viagra para satisfacer a sus tres esposas. Convirtiendo, así, el sueño masculino del harén en una pesadilla de tensión y auto exigencia, como en esta famosa secuencia de 8 ½ de Fellini.



Vaya, que aunque la masculinidad lleve en decadencia la friolera de 40 años (Fellini nos dio obras maestras al respecto entre las que conviene destacar la incómoda Il Casanova di Federico Fellini), el tema parece, a todas luces, incombustible. Y parece gozar de tanta salud que me ha llevado a preguntarme: ¿no será este soniquete del hombre masculino en decadencia una manera solapada de ser machista?. Es decir, quizás hablando de hombres llenos de sentimientos contradictorios sobre su papel tradicional hayamos podido conseguir que los hombres sigamos haciendo lo que más nos gusta: hablar de nosotros mismos. Vean sino las películas que se ven aclamadas esta temporada JCVD (2008) de Mabrouk El Mechri, la peli que recupera a Jean-Claude Van Damme como si fuera un moderno Hamlet ( el famoso slogan para anunciar Ninotchka fue “¡¡La Garbo ríe!!” ahora toca “¡¡Van Damme llora!!”). Por no hablar de The Wrestler (2008) de Darren Aronofsky, que recupera, ojo, a Mickey Rourke, en una arriesgada apuesta de su director: ese hombre con esa cara puede transforma cualquier línea, por inteligente que sea, en un disparate. Parece indudable que por una cuestión puramente generacional tanto los grandes guionistas, como los grandes directores y los grandes críticos de hoy en día, lease Jordi Costa, se han formado sentimentalmente con el sadismo anal de videoclub que representan estas figuras. Pero, ¿no creen que la recuperación problemática del héroe de videoclub rima con las ansiedades de los protagonistas de las series de ficción?, ¿no creen que los hombres hemos descubierto una nueva manera de hablar de nosotros mismos?... además puestos a recuperar, ¿por qué no a Kurt Russell el de Big Trouble in Little China (1986)?. Era un actorazo, la verdad.






Lo de la tele no lo digo yo, que lo dice mi profesor americano, el amable y magnífico Dr John Lupo, que me permitió “sit in on”, es decir, asistir por la cara a uno de sus cursos de doctorado, uno en Media Industries (era hacer uno de eso o de cerámica). Así en uno de los textos que nos mandó leer, Para television and discourses of distinction: the culture of production at HBO de Avi Santo dentro del libro colectivo It´s not TV: watching HBO in post-television era, se hablaba de eso, de la HBO, de la tele y del género. Y como género, no nos engañemos, la tele es especialmente femenina, y no por los faldones de la mesa camilla, sino así en absoluto. Por ejemplo, la estudiosa Lynne Joyrich dice que la tele es un medio que ha sido tradicionalmente considerado por los críticos culturales como un “pasatiempo castrador y una preocupación feminizante”, principalmente en su género estrella, el melodrama. Ustedes dirán “ahí se ha pasado la Joyrich”, pero pónganse la tele entre las 9 de la mañana y las 9 de la noche y ya verán, ya, que un poco castrados se sienten (aunque sea sólo un poco). Por eso Avi Santo dice que el slogan de la HBO “Its Not TV. Its HBO” tiene también una lectura de género, es decir, es una tele que “no es feminizante, consumista, castradora, ni masificada, (…) por lo que la cualidad que la HBO subraya también puede ser entendida como una postura defensiva contra los supuestos afeminantes de la televisión y sus telespectadores”.



Así el autor de este artículo pasa a relatar como en la HBO lo que gusta es recalcar la temática masculina de sus series a través de la publicidad. Esta estrategia de marketing viene acompañada en las propias series de todo un despliegue de las angustias varoniles del espectador modelo, que no es otro que un hombre, de clase media y blanco (recordemos que la HBO es un canal de pago). Así si un día mojamos el huevo frito con uno de los legendarios ataques de pánico del protagonista "The Sopranos", al siguiente nos comemos el hervido con el vértigo que produce ver como en "Sex and the City" se consume a los hombres como si fueran blusas o cocktails ("Sex and the City", es como sabrán una serie sobre hombres). Esta idea, aunque es problemática –los personajes femeninos continúan estando muy bien trabajados, y no sólo los hombres pagan tele por cable-, no deja de ser un interesante explicación parcial del aluvión de hombres problemáticos que vemos en nuestra pequeña pantalla.






Pensando en Mad Men algo me vino a la cabeza, espera, espera… yo esto creo que lo he visto en otra parte: son publicistas, son hombres, tienen sentimientos… uhmm, ¡¡claro!!, "thirtysomething" (1987). ¿No se acuerdan de aquella babosada yuppie de dos amigos que trabajaban en una empresa de publicidad, y que se llamaban Michael y Elliot?. Pues de aquellas lluvias, estos barros, porque aquel fue uno de los primeros melodramas sobre hombres problemáticos de la tele. Pero tía, era taaaaaaan ochenta, en serio, taaaaaaaan ochenta; tan ochenta, primero al presentar a la gente rica como seres con mejores sentimientos ya que pueden, entre compra y compra, ir a terapia y ordenar un poco esos sentimientos confusos que todos tenemos. Y segundo, al convertir cualquier problema social o laboral en una cuestión personal, por ejemplo, en la serie salía un menesteroso y se oía una voz en off que decía: “Cuantos sentimientos encontrados me produce este necesitado sin oficio ni beneficio”. Y eso, claro, es taaaaan Reagan, bueno tan Reagan y tal melodrama, porque la esencia del melodrama es resolver estas cuestiones en el plano sentimental, ya que sino estaríamos hablando de Bertolt Brecht , Fassbinder y, la verdad, no acabaríamos nunca. Lo importante sin embargo es que según Kenneth MacKinnon, un experto en esto de los estudios de género, los hombres de esta serie tenían que renegociar su masculinidad, haciéndose más sensibles, cuidadosos y femeninos, para seguir manteniendo sus privilegios masculinos. Es decir, en cada capítulo, en siendo ellos más sensibles y delicados, más reforzada salía la estructura heteropatiarcal, que como sabrán, amiguitos, nos oprime a todos.




Aunque en Mad Men hay algo de esa tendencia del melodrama de reducir los problemas sociales al plano de yo-me-mi-mismo, es una obra que supera con creces las limitaciones “de historias de hombres con sentimientos” y de esas “series de lugar de trabajo” de los 80, donde los señores, especialmente los policías campaban a sus anchas (algunos eran nobles y tenían problemas), para entrar de lleno en el drama wagneriano masculino. Porque de eso trata la serie, es en esencia un gran melodrama masculino con toda su tramoya (como el último Batman The Dark Knight), lo que refuerza la causa que dábamos anteriormente para el triunfo de las nuevas series: son una especie de Cristal" para intelectuales, para fumadores profesionales de pipa…. Por otro lado, el peligro que corre el melodrama masculino moderno es el mismo que corre el melodrama femenino moderno y el mismo que corre el folletín de toda la vida, es decir, eternizarse. Que las temporadas se hagan eternas, que todo se haga más abstracto y pesado, y que no terminen tan poéticamente como en la vida real, donde por ejemplo, el gran Fred Buscaglione acabó con su vida al estrellar contra un camión su Ford Thunderbird de color rosa delante de la embajada de los USA en un bonito amanecer romano. Exigimos, pues, más “melos” en nuestros melodramas masculinos, mientras tanto, Mad Men, no defrauda.


MUDANZAS Y CRÍTICAS: ¡¡¡CAMPANILLA VIVE!!!



La otra cosa a la que me dedico es a hacer millones de cajas preparando nuestro traslado a España mientras que en mi ordenador suenan las Kumbia queers (un grupo de lesbianas rockeras que les ha dado por hacer cumbia y vallenato con temas lésbicos y con versiones de The Cure y Madonna; mi preferida esta, La chica de clendario). Y es que el sistema educativo-científico español nos ha convertido en zíngaros yendo de aquí pa allá, permitiendo que mi señora, la lista de la casa, se haga una carrera científica, pero lejos, lejitos de España. Además que, como ya dije, yo no pienso vivir en un país dominado por un “Emperador Negro”, ni donde no haya “Colorante Carmencita”, y no es una cuestión política, sino cromática, que el arrós caldós parece que lo haya hecho en el agua de fregar. Bueno, no digamos mentiras, es una cuestión cromática y un poco profética, porque revisando las películas y series con presidentes negros, su mandato siempre siempre precede a una gran catátrofe, véase, por ejemplo el ataque terrorista de "24" (2001) o el meteorito de Deep Impact (1998). Y no seré yo quien se quede a verlo, la verdad.

Sin embargo, lejos de ser unos Juanitos Valderramas locos por volver, la visión que nos llega de España tampoco da para dar “oles” de alegría. Ya que vimos con estupefacción el slogan de la campaña de nuestro Organismo de Turismo, titulada lamentablemente “SMILE, YOU´RE IN SPAIN”. La vimos y nos fuimos corriendo a llamar a nuestros amigos españoles para informarnos de la verdad y nos dicen que sí que la gente sonríe, pero que quizás sea un rictus histérico, que no lo saben muy bien. Además descubrimos que no es sólo un slogan sino que viene acompañado de un “spot” (verlo aquí), que no es que es sea directamente terrible, sino que es más de lo mismo y en todo caso, peor: España es un paraíso desértico dominado por la raza aria. Al verlo puse mi mejor voz carajillera y dije: “No si al final pa ver gente blanca nos tendremos que ir a España, que hay que joderse, Mari”.





Además esta imagen de paraíso solitario para familias sajonas, y muy posiblemente, modificadas genéticamente, contrasta con otro anuncio que no paran de echar por la tele americana y que va echar por tierra los millones que nos hemos gastado en la campaña “En Tudela, o sonríes o te tiramos al pilón”. Es un divertido anuncio de la empresa de teléfonos AT&T (aquí) donde una familia americana va a pasar unas vacaciones a España, y haciendo un inteligente juego entre “estar cubierto” de cobertura telefónica y “estar cubierto” de ropa, los hijos pequeños de la familia descubren en una playa española su primer pezón (están todos desnudos). Que mejor publicidad…


Y como hoy estoy muy en plan “cada canción un recuerdo” todos estos anuncios mostrando a esa España desierta y soleada me han recordado una vieja canción del gran Noel Coward, una titulada “Mad dogs and englishmen” que dice (aquí): “Mad Dogs & Englishmen / Go out in the midday sun”, es decir, “Sólo los perros locos y los ingleses/ Salen al sol del medio día”.

Por último, mi regreso a España es agridulce porque podemos decir que no he triunfado precisamente en el concurso de blogs de 20minutos, tal como se me certificó por correo “Mejor blog por votación de los blogueros - 1 voto - 1489º puesto. Mejor blog de cine - 1 voto - 77º puesto”. Y el 77 no es ni siquiera una buena posición pues la comparto con 80 personas… Sin embargo, pásmense, he recibido mi primera crítica, jejejeje, y es positiva (¡oh, ah!). Una de la revista Rotos&Descosidos que según ellos mismo es “una revista virtual que nace en octubre de 2008 como un trabajo académico de estudiantes de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid”. Allí, en su sección Miscelánea, Carlos Torró recomienda este blog con estas palabras: “El blog Palomitas en los ojos. Un simple aficionado al cine, sin más aspiraciones que paliar su necesidad comunicativa, expone a través de interesantes textos sus opiniones. Pero lo que más me gustaría destacar es su sentido del humor. Un sentido del humor algo irreverente pero manteniendo los pies en el suelo. Este espacio permite, simplemente, divertir. Y ese es el punto crucial. Entretiene a través de los conocimientos que van cayendo dentro de cada crítica, silenciosamente, sin dolor (como un buen dentista se supone que trabaja).”


El comentario, entiéndame, es bienintencionado pero me gustaría hacer dos puntualizaciones: la primera, la cosa del “simple aficionado al cine”. Carlitos, hijo, no es ponerse en plan chulo, en plan a ver quien la tiene más larga… pero si tu me enseñas primero la tuya, yo te enseño la mía… No, en serio, la verdad es que soy un simple aficionado, pero a mi me gusta considerarme como un “aficionado profesional”, o si quieren un connaisseur. Me he dado cuenta, por ejemplo, que la mayoría de los blogs de cine de internet imitan el estilo de las críticas sosas de las revistas, utilizando frases como “para los amantes de Woody Allen” o “una película magnífica, le pongo 3 Mari Carmenes, en mi Mari-Carmen-Lista”. En cambio, mi estilo es más del SXIX, un estilo tomado de las señoras de clase alta. Esas a las que sus confesores, médicos o alienistas les decían: “Querida amiga, aunque la lectura en la mujer es muchas veces pereza mal disimulada, lea y escriba usted, que eso le alejará de su estado melancólico”. Así que cada quince días me siento a escribir mi “Monumenta Ignatiana”. Y ustedes, claro, a tragársela. La otra puntualización es la trillada imagen del dentista. Ya saben, cuando asisto a una fiesta y me preguntan qué a que me dedico, y yo digo “soy crítico cultural”, la gente siempre dice “¡ah! como si fueras una especie de dentista…” (¿¿??). Bueno, pues, para ti la perra gorda… dentista, pues dentista, pero eso sí, como el de esta canción. Y muchas gracias de verdad, Carlos…

Eso es todo, espero verles en España, pero sonriendo coño, que así se hace nación…