Thursday, October 30, 2008

El aparato depredador femenino y el cine


Kracauer decía una cosa muy bonita, muy bonita y muy jodida como todas las cosas bonitas: “Vivimos en una cultura de empleados, hecha por empleados para empleados”. De esta completa y compleja frase hoy vamos a subrayar el género, pues la lección de hoy trata sobre cómo los medios culturales están en manos de hombres, de hombres cineastas, de hombres escritores y hombres periodistas. De hombres empleados. Estos hombres empleados llevan siglos elaborando un discurso muy llamativo y que gusta a otros hombres empleados, un discurso que viene a ser más o menos éste: “el aparato reproductor femenino, dador de vida, es sin embargo un máquina de matar, el foco de todos los males”. Últimamente me he encontrado tantas variantes de este discurso que no me he resistido a hablar de él. Cojan un buen té caliente, acurrúquense en el sillón con una rebequita, y rásquense en un poco el coño, porque es la última vez que lo verán como una agradable y tibia parte de su cuerpo, y no como la terrible máquina de matar que de verdad es.

Pero antes un recordatorio: este blog va sobre analizar imágenes y no sobre moral o religión. Yo no he creado las imágenes que hay a mi alrededor, tan sólo las intento comprender… aunque, bien pensado, si la Primera de las Españolas, S.M. la reina Doña Sofia, puede decir lo que le pase por el cardado, quiénes somos nosotras para contradecirla...

EL ÚTERO DEPREDADOR

Les voy a contar como empezó la idea para esta larga entrada: hace un mes me dirigía silbando alegremente hacia la biblioteca donde suelo trabajar cuando al girar una esquina, ¡¡¡MALDICIÓN QUE VEN MIS OJOS!!!, ¡¡¡DIOS SANTO!!!. En medio de la plaza central de la universidad donde estoy, la de la Colorado State University, unos majaderos no sé si pro-vida o anti-sutileza habían colocado una enorme carpa, una especie de anuncio tridimensional de cinco metros de altura lleno de fetos despedazados, descuartizados, hechos añicos. No había manera de evitar ese circo, y encima, doble maldición, mi sitio preferido en la biblioteca era un palco privilegiado desde donde observar a uno de ellos, el más sangriento, el más despedazado y el más abortado de ellos (si es que en esto existen grados). Aquel día empezó una larga semana de convivencia con fetos muertos. Tras cinco días de trato llegue a dos conclusiones: primero, pero cómo se parecen estas fotos a las de los menús de los restaurantes chinos (no en serio, que están cocinando esos tipos). Y segundo, pero si esas fotos hablan de… pero no sé, no puede ser…

Cómo uno no sabe pensar sin apoyos, empecé a investigar qué mente criminal había creado estas imágenes, qué nos intentaban enseñar y por qué habían acabado debajo de mis narices. Así encontré un libro con el ilustrativo título de Killing for life: the apocalyptic narrative of Pro-Life politics, que me ayudó a entender ciertos mecanismos de este terrorismo visual. Según la autora de este libro las imágenes de fetos muertos las tenemos que comprender dentro de la natural evolución de los grupos pro-vida en EE.UU. Dentro de un movimiento que logró aunar a radicales religiosos, a la vieja guardia del KKK, a los modernos supremacistas blancos, a la ultra-derecha consparanoica –todo el rollo del Nuevo Orden Mundial- y le dio a este conjunto un alegre toque de milenarismo: el mundo, chicos, se acaba. Así según su autora, Carol Manson las imágenes de fetos despedazados tienen su origen cultural en los linchamientos del KKK, y en como después de éstos se solía cortar alguna parte del cuerpo del linchado para exhibirlo. En otra parte subraya como las imágenes de fetos magnificadas, puestas o no al lado de otras masacres, nos remite a la idea del “holocausto”. “América esta viviendo un holocausto”, o para ser más exactos, “América está viviendo un holocausto blanco”, pues según muchos de estos anti-abortistas radicales, la mayoría de médicos que practican abortos son judíos o extranjeros que están llevando a cabo una aniquilación silenciosa de la raza blanca (hemos de señalar que el nivel de embarazos no deseados entre las jóvenes negras, y pobres, es ciertamente escandaloso). Sin embargo mi teoría favorita es una que dice que la mayoría de los y las feministas que trabajan en clínicas abortivas son gays y lesbianas que están utilizando los fetos aniquilados para experimentar con el SIDA…uhmm, quien puede resistirse a las idea de unas locas locas locas enfermeras lesbianas. A este nivel de disparate hemos llegado, y yo lo cuento porque lo he leído y lo he visto, que en la paraeta que tenían puesta en la universidad se decía fehacientemente y con pruebas “que abortar producía cáncer de mamá” –es la nueva arma: se están denunciando a las clínicas por ser causantes de cáncer. Esto, claro, ya pasa de lo grave a los gravísimo, del insulto a la inteligencia al terrorismo intelectual, que sumado al visual, produce en los EE.UU., lo que se conoce como terrorismo real, el de poner bombas y matar médicos.

De todo eso trata una película excepcional, imprescindible y bella, Lake of Fire (2006) de Tony Kaye, director de la conocida American History X. Esta es una cinta sobre el aborto y el terremoto social y personal que produce. Una película rodada en blanco y negro, donde siempre suena un bellísimo réquiem, y donde el director plasma quince años de investigación y entrevistas. Olvídense de idioteces como Super Size Me, en esta peli tenemos un examen serio con una voluntad de captar todas las variantes que un tema así puede suscitar. Desde Noam Chomsky relativizando las posturas morales, hasta cristianos pro-choice, pasando por entrevistas con asesinos de médicos y figuras legendarias del derecho al aborto ahora convertidas en cristianas renacidas. Todo este fresco, un tanto disparatado, se convirtió en material de Grand-gignol en otra película que también gusta mucho, Palindromes (2004) de Todd Solondz. Esta cinta, que actuaba a modo de una buena caricatura, y que dibujaba la historia de una joven a la que sus padres obligan a abortar, para acabar engrosando las filas de los anti-abortistas más radicales, no dejaba de ser, en su acidez, muy humana y próxima. Además, acuérdense, que tenía aquella cosa experimental de cambiar a la actriz que representaba al personaje principal según sus estados anímicos.



Junto a estas dos, otra de las cintas que nos puso el corazón en un puño, y nos colocó un puño en el estómago fue 4 luni, 3 saptamâni si 2 zile (2007), o sea, “4 meses, 3 semanas y 3 días”, una peli rumana donde se cuentan las terribles circunstancias que rodean el aborto de una joven rumana durante la dictadura comunista de Nicolae Ceauşescu (la peli esta ambientada en 1987). En ella se refleja la violencia diaria y cotidiana en la que se ve envuelta una mujer cuando el aborto es ilegal. Es una historia terrible, donde la angustia se mezcla con lo cotidiano cuando asistimos a los viajes en busca de doctor, a las cenas familiares, a los reproches entre amigas. La historia, en fin, da un giro brutal cuando el “médico” pide sexo a cambio de practicar el aborto. Cuando la ví me pareció que la película patinaba hacia el terreno del melodrama tremendista, y que de un momento a otro iba a aparecer un vibrato de violines anunciando algún giro aún más tremebundo, pero meses más tarde descubrí en un libro titulado Abortion and life, que esta práctica era común, y que muchas asociaciones feministas americanas que daban una lista de “clínicos” seguros durante las décadas de los 60s tenían que revisarla periódicamente debido a las denuncias por este tema. Una película dolorosa, sorda y feroz donde se puede ver uno de los planos fijos más discutibles de la historia del cine.


Sin embargo, para cerrar esta primera parte, la dedicada al útero, conviene señalar que el tema del feto despezado americano tiene, además del disparate derechista, otro origen cultural: el feto embotellado europeo. Hace meses descubrí este magnifico artículo, Anatomy of a motif, donde se analizaba la presencia de fetos embotellados en la pintura y la ilustración de finales del SXIX, especialmente en la corriente simbolista. Allí podemos ver no sólo una larga selección de pinturas y referencias culturales que harán las delicias de las historiadoras del arte que me lean (la más bizarra: un dibujo de Somm donde se autorretrata como un feto embotellado en alcohol haciendo referencia a su adicción por la bebida), sino que a través de las valiosas informaciones que nos da, podemos establecer un paralelismo entre la Francia del SXIX y la América del XX. En el texto se nos cuenta, por ejemplo, que la visión de fetos embotellados era algo relativamente próximo a los ciudadanos a través de las Escuelas de Medicinas y de las ferias de curiosidades, pero que pasó a ser un tema popular en un país como Francia debido a que la guerra franco-prusiana y las matanzas de la Comuna habían instaurado el miedo a la despoblación. Estos acontecimientos se vieron además acompañados por la aparición de la “mujer nueva”, es decir, “la mujer feminista”. A este respecto, los especialista tampoco se quedaron callados, y por ejemplo, el economista Pierre Paul Leroy-Beaulieu demostró estadísticamente, es decir sumando y restando, que la despoblación era causada directamente por el feminismo: “tengo dos niños, pero me llevo una feminista son…”. Así mismo, Vacher de Lapouge presentó una enloquecida teoría según la cual el feminismo era el causante de la degeneración de la raza (francesa, se entiende) ya que si las mujeres más listas, ergo las feministas, no tenían hijos la raza podía acabar hecha un asco y gustándole las películas de Louis de Funès.


Las imágenes de fetos eran en aquella época, como en ésta, y según Elizabeth K. Menon la autora de este magnifico trabajo, imágenes “que comunican el miedo de los hombres, y su odio por la “nueva mujer”, ya sea la estereotipada feminista hombruna, la femme fatale, o la compradora superficial de productos de lujo. Las mujeres vestidas a la moda visitando a un abortista o contemplando fetos deformados sugieren la renuncia a la procreación y a la familia a favor de la búsqueda de bienes materiales o intelectuales. Los fetos monstruosos quizás sugieran la falta de interés en la mujer por la maternidad, así como, de manera más general, el miedo a la degeneración como resultado de factores tanto ambientales como hereditarios”. El caso americano recoge todas esas paranoias y las plasma en términos de guerrilla de imágenes –tanto en tamaño como en emplazamiento: a las puertas de las clínicas, por ejemplo. Es decir, se pone en práctica toda una táctica violenta que nos hablan ofensivamente de una verdad totalitaria: la mujer es puro útero, y como tal, ella es la causante de esas imágenes. Pensemos por ejemplo, en como se renuncia a reflejar en los carteles cualquier método abortivo. Con ello, al igual que con la imágenes de fetos deformes del SXIX, se nos transmite una idea obscena en la que se transforma el útero en una máquina de despedazar niños. Es decir, el útero también puede ser un aparato depredador cuando la mujer abandona su principal función que es la de tener hijos.


LA MENSTRUACIÓN DELICTIVA



Siguiendo con esta línea de impulso criminal ligado al aparato reproductor femenino nos encontramos, claro, con la menstruación. Menstruar a priori no es delito, pero pronto, creo, pasará de moda. Sin embargo, la menstruación ha sido considerada origen de múltiples y variados delitos para los que nos tendríamos que remontar, fíjense, al SXIX; cuando se decía que la mujer que cometía infanticidios o se suicidaba (si mataba a un hombre es que era directamente una bruta y había que colgarla) quizás era por irregularidades menstruales. Esta teoría era mantenida, entre otros, por un señor decimonónico como el Dr Henry Maudsley quien dijo en el Journal of Mental Science de 1861 tras atusarse el bigote: “Las irregularidades en la menstruación son causas reconocidas de desordenes nerviosos, y pueden actuar en diferentes partes del sistema nervioso en diferentes modos, a unas [mujeres] dando origen a convulsiones histéricas o a manía histérica, en otras epilepsia, y en otras a tendencias suicidas u homicidas”. Ahí es nada. Sin llegar a tanto pero tampoco quedándose atrás, un maestro de la cosa criminal Cesare Lombroso expuso allá por el 1893 en un libro capital sobre la hembra malhechora, La mujer criminal, la prostituta y la mujer normal que “la menstruación tiene gran influencia sobre ciertos tipos de crimen. De ochenta prisioneras arrestadas por rebelarse contra o por asaltar a los guardas, descubrí que sólo nueve no estaban menstruando. Entre las mujeres parisinas es más probable que roben en tiendas mientras menstrúan: entre los 56 ladronas estudiadas por Legrand de Saulle, 35 estaban en el periodo menstrual, y para 10 el periodo justo acababa de terminar. Legrand por lo tanto concluye que cuando las mujeres jóvenes histéricas roban bibelots, perfumes y cosas parecidas, es casi siempre durante el periodo menstrual. Emet y De Gadarne observaron que en mujeres excepcionalmente lascivas, la menstruación es anormalmente prolongada, repetida o abundante, Otra característica de la menstruación entre las prostitutas es que es aparentemente irregular”.




¡¡¡ Ostras Pedrín!!!,. que lo que Lambroso nos está contando es casi casi Marnie (1964) de Alfred Hitchcock. O sea que esa fobia del personaje, Marnie Edgar, por el rojo, y esos fundidos a rojo que nos regala Hitchcock en toda la película no son otras cosa que “fundidos menstruales” (esta es mi bizarra teoría: “free Winona”). Claro que cuando se junta la menstruación con la telequinesis ahí sí que la tenemos montada. Me estoy refiriendo, claro, a Carrie (1976) de Stephen King. A Stephen King se le ha acusado de ser un machista horripilante al retratar a esa extraña joven criada por una cristiana fundamentalista como una loca telequinética dispuesta a mover objetos punzantes hacia sus compañeros. Sin embargo hasta llegar a ese final sangriento, Carrie ha aguantado carros y carretas, como por ejemplo cuando le sorprende la primera regla en el vestuario femenino, convirtiéndola en el monstruo que siempre ha sospechado ser. A este hecho sus compañeras responden creando una red de apoyo que consiste en lanzarla tampones, compresas y gritarla: “¡¡¡freak, pedazooooo de freak!!!”. Aquél episodio es un punto y aparte para Carrie, que se pone en contacto con su yo-interno, que resulta ser un yo-interno telequinético y ciertamente asesino. Esta película, en fin, ha sido tradicionalmente vapuleada por las feministas quienes consideran que la aniquilación masiva de sus compañeros de instituto no se puede reducir a un típico “¡¡¡Oh Carrie!!...ya sabes, está en uno de esos días del mes”, o por utilizar una expresión típicamente americana “¡¡¡Oh Carrie!!!... ya sabes, está cabalgado el caballo de algodón”. Principalmente por no reducir a la mujer / a Carrie a uno de sus órganos reproductores. Sin embargo, y en este caso, tengo que discrepar de mis amigas feministas pues lo único que hace King, y por intermisión el director de la película Brian De Palma, es hacer lo que sabe hacer mejor este hombre: coger uno de nuestros pequeños miedos cotidianos y amplificarlo. Claro, que como miedo es un miedo típicamente masculino, a qué engañarnos, un miedo consistente en que nuestras mujeres, compañeras, hermanas y primas se transformen en monstruos violentos, guiados por la ira y el afán de destrucción. He visto casos, créanme, en que los lugareños cerraban contraventas y refugiaba a sus hijos mientras el cielo iba tomando un color cobrizo; a ese respecto los recomiendo este corto de you-tube donde se juega con las siglas PMS, o sea, “Pre-Menstrual Syndrome” llamándolo Pre-historic Monster Syndrome”.




Irónicamente una película que literalmente transforma a las mujeres en monstruos por intercesión de la regla, es una de las más alabadas en este terreno por la crítica feminista. Se trata de Ginger Snaps (2000) de John Fawcett donde unas hermanas así como góticas, intelectuales y medio raras, son atacadas el primer día del periodo de una de ellas por una misteriosa bestia que merodeaba su vecindario, convirtiéndolas en chicas lobo. Que son, según parece, como las lobas de toda la vida: sedientas de sexo y sangre. Una crítica feminista, Tammy Oler, hace una interesante reflexión sobre la peli: “Como si fuera una respuesta a los clichés que expresan una unión esencial y biológica entre lo femenino y el horror, Ginger Snaps, nos urge a que examínenos cómo de potencialmente dañinos son esos vínculos para las jóvenes. La desgana que sienten las hermanas por alcanzar la adolescencia se basa precisamente en su deseo de no verse reducidas a sus partes / órganos femeninos. Ginger Snaps, en cambio, subraya la necesidad de las chicas de no significarse o habilitarse a través de algo específicamente femenino –algo que se derive de sus capacidades esencialmente biológicas- sino a través de expresarse a si mismas como individuos”.

La menstruación y una rara alteración hormonal, la enfermedad de Adison, son la causa para que la protagonista de la novela de Lawrence Sanders, The thrid deadly sin (1981), vaya matando hombres en serie guiada por su ciclo menstrual. Zoe Kohler, una triste empleada de la seguridad de un hotel, ignorada por los hombres y recién divorciada empieza a tener problemas con su menstruación: vértigos, dolores de espalda, además de tirones y terribles contracturas. Este delicado estado, unido a la enfermedad de Alison, que inhabilita hormonalmente para aguantar el stress, hace que nuestra heroína se plantee acabar con la cultura masculina que impera en su ciudad. Se disfraza como prostituta o acosa a los hombres en los bares, para llevárselos a una habitación de hotel donde les corta la garganta y les acuchilla repetidamente los genitales. Placer, placer no encuentra, dicho sea de paso, ya que más que vicio se trata de venganza, o mala leche, por el doloroso estado que cada mes le toca aguantar.


LA VAGINA DENTADA


La vagina, convertida en uno de los muchos motivos abstractos del cine porno a través del “primer plano ginecológico”, se transforma en protagonista indiscutible de una historia muy discutida en el saloncito de mi casa, Teeth (2007). Teeth es una excelente y divertida película dirigida por uno de los protagonistas de esa cinta que dio a conocer a Ang Lee, El banquete de bodas, el que hacía de novio americano, vamos, Mitchell Lichtenstein. Teeth, empieza como Carrie o Ginger Snaps, jóvenes que niegan su sexualidad de algún modo y que se dedican el ensimismamiento adolescente o a la religiosidad. En este caso nos cuenta la historia de una joven metida en uno de esos bizarros grupos que abogan por la castidad (“si tienes un regalo precioso, ¿verdad que no se lo vas entregando al primero que pasa?), que un buen día se enamora. Viviendo todo un torrente de sentimientos con los que no sólo descubre el amor, sino también que tiene una vagina dentada, con sus molares, incisivos, y caninos. Así la película se transforma en lo que quiere ser una película de terror feminista, es decir, la joven con el hallazgo de la sexualidad placentera, toma conciencia del poder que posee en la entrepierna.


La película es uno de esos disparates amenos que divierten entre ocurrencia y ocurrencia y que tiene, además, el aliciente de ser un cuento de terror liberal y moderno. Con esa idea se la recomendé a mi amiga Monica Ciscar que tiene el pedigrí de haber sido expulsada de los círculos feministas más miopes, cuando la vio, me dijo dos cosas que me parecieron el colmo de la perspicacia: primero, “esta peli se parece mucho a Hard Candy (2005) en el personaje de la adolescente tomando conciencia de su poder y en la vulgarización de las teorías feministas”. Y, segundo, “esta no es una película feminista es una película hembrista”. “¡¡Toma ya!!” dije yo. Ahí me había pillado, la verdad, porque no comprendía muy bien el término, ella con esa paciencia que da ser buena amiga y haber trabajado como “monguitora” me explicó que me fijara mejor, que la peli no hablaba de la liberación de la mujer, sino de los asquerosos que eran los hombres. Que seguía describiendo el sexo como algo sucio y que, en última instancia, continuaba reduciendo a la mujer a su aparato reproductor. Que no fuera un merluzo y que no me cegara por cualquier modernidad (cuanto me conoce esa mujer)…

Para concluir que ya es hora, vayamos concluyendo, la conclusión es clara: los hombres son y han sido tradicionalmente los principales manofacturadores de imágenes y, como he esperado demostrar, a través de las imágenes que han fabricado han ido reflejando sus miedos por esos seres enloquecidos y lunáticos (por la cosa de ir con la luna) que son las mujeres. Dentro de las mujeres, como si se tratara de un acertijo dentro de un acertijo, el mayor misterio de todos parece ser el sexo. Ese gran interrogante que es el aparato sexual femenino sirve de metonimia del género femenino, es la parte que representa al todo, o como se dice popularmente en valenciano: “dona gran, figa gran, dona menuda, tot figa”. Así parece que la mejor metáfora que puede haber en un mundo asquerosamente machista es la de un útero depredador, una menstruación delictiva o una vagina dentada. Es decir, la mujer reducida a un aparato reproductor monstruoso. Ahora lo que toca es cambiar nuestros tiempos, y cambiar nuestras imágenes.

Os dejo con unas imágenes de mi próyecto feminista de calabaza de Halloween. Como verán traté el tema de la vagina dentada y la menstruación...



Saturday, October 4, 2008

Lucha libre Mexicana y Crítica de cine Español


Hace un par de semanas tuve la suerte de visitar México DF con unos amigos; México es una cuidad de grandes contrastes donde, por ejemplo, se puede escuchar entre mucho ruido y muchísimo ruido. Donde se pueden ver sendos murales, donde se puede viajar en metro dirección al Apocalipsis (muñones, ciegos y guitarristas atronando en vagones repletos) y donde, oh, se puede asistir a la famosa lucha libre mexicana en una de las catedrales de la cosa, Arena México , tal como hicimos. ¡¡Que cosa más bonita y vistosa!!. Preciosísima. Aquello es lo más parecido a un ballet para heterosexuales que se pueda imaginar: ese cogerse de las manos, ese darse volteretas, para rematar en brincos y saltos, y para terminar dándose unas palmadas que atronaban pero no dolían. El público que estaba en nuestra sección, la más barata, era excelente ya que nos acogieron amablemente entre insultos de “¡¡Viva los españoles aunque todos sean nietos de Franco!!” y cosas por el estilo. Claro que una vez que vimos que insultaban a todo el mundo, eran insultadores globales, nos sentimos totalmente integrados ya que, por ejemplo, a una alemana que nos acompañaba le dedicaron el sociológico y contemporáneo “¡¡Ángela Merkel chíngale a tu madre!!”.




El espectáculo consistía en lo siguiente: se empezaba con un aperitivo de lucha femenina en este caso Goddes contra Princesa Sugehit, para seguir con lucha de enanos. Me detengo un momento en este llamativo número: los enanos no son otra cosa que versiones en miniatura de los grandes luchadores, es decir, son mini-Santos, mini-Blue Panthers y otras versiones de bolsillo. En aquella noche pudimos ver a Mascarita Dorada enfrentarse a Pierrothito. Un amable espectador mejicano, comunista acérrimo que mientras animaba daba vivas a la República, a la nuestra digo, nos informó que lo de usar enanos era por la cosa paródica y surrealista “que ya lo dijo Breton” y que no nos confundiéramos “que a veces eran enanos y otras veces simplemente chaparros que eso se veía a simple vista”. Después del combate de baja intensidad venía el plato fuerte consistente en el enfrentamiento de dos equipos de tres luchadores cada uno, en una especie de danza hiperbólica de gritos y músculos. Lo que no sabíamos era que una de las reglas del juego consistía en que estos dos equipos siempre están enfrentados, polarizados, en dos actitudes: los que respetan las reglas y quieren hacen un espectáculo bonito, los técnicos, y los que dan mamporrazos a diestro y siniestro y a la brava, los rudos (los villanos). Nosotros fuimos a caer en el sector de los rudos que animaban a Los Perros del Mal, o sea que debíamos llamar putos a todo técnico que nos pasara por delante, en este caso los seguidores de Marco Corleone, Blue Panther y Volador. Y dicho sea de paso, bien putos que eran los técnicos…





Ante aquel impresionante espectáculo que tenía tanto de mascarada como de homovestismo (es decir, de subrayar las cualidades del propio sexo hasta el delirio utilizando la ropa), como decía, ante aquella astracanada violenta me dije: “pero que bonita metáfora del mundo en general y del mundo de la crítica de cine español en particular”. Porque, ¿tal vez no deberíamos pensar en la polémica que tiene enfrentada una parte de la crítica como en un combate de lucha libre mexicana, donde parece que se pegan pero no, donde hay rudos y técnicos, donde hay enanitos y chicas florero?. Oye, que es que encaja a la perfección, piénselo. Para los que no se han enterado, o si se han enterado pero son un poco lentos, yo les voy a explicar lo de la polémica de los críticos españoles utilizando como metáfora una de las cumbres de una cultura hermana, la mejicana: la lucha libre.


Como en la lucha libre y en las historias de amor de Hollywood existen dos grupos, los técnicos y los rudos. Vamos con los primeros. Los técnicos, los que quieren hacer las cosas bonitas, son los que han levantado la liebre de la polémica al firmar una carta dirigida al director de El País, donde se quejan que su crítico estrella, Carlos Boyero, no apoya suficiente al cine valiente e independiente, conocido anteriormente como cine de Arte y Ensayo (pueden leerla pinchando sobre “carta”). ¿Quiénes son los técnicos? Los técnicos son principalmente un par de directores de cine como Víctor Erice creador de las conocidas El espíritu de la colmena (1973) y El sol del membrillo (1992), Isaki Lacuesta director de Cravan vs. Cravan (2002), además de críticos de cine, incluyendo casi toda la plantilla de Cahiers du Cinéma. España. Historiadores de cine como Santos Zunzunegui, y algún que otro escritor como Javier Maqua o Isabel Escudero. Una vez identificados veamos a ver que dicen…

… si han leído por encima la carta, comprobarán que en cierto modo hacen bien al denunciar que el Mal, digo el Capital, puede andar detrás de esa cosa tan altruista que es ir a ver cine en un certamen europeo, pasear los ojos por unos cuantos rostros suecos y unos cuantos culos franceses y volverse a casa pa contarlo: “Macho, lo que he visto…”. Sí, tienen más razón que El Santo, y la cosa no hay que tomarla a guasa, El País es el periódico más leído de España y España es el país que asiste más al cine dentro de la EU según el libro que vamos a utilizar esta vez, tomen papel y boli, European Film Industries por Anne Jackel (ojo, los datos son del 2000). Pero vamos a ponerles “peros” al equipo de los técnicos, que los “peros” pueden enriquecer un discurso que viene a ser, más o menos, el que sigue: “el crítico de El País, o el periódico en su conjunto, no apoya las películas atrevidas porque es el representante de un grupo mediático concreto con intereses concretos en el mundo del cine y la televisión”. Bien. Interesante, la verdad. Aunque, seamos sinceros, yo al grupo de los técnicos (¡¡¡¡putos rudos!!!) los llevo oyendo años en conferencias y charlas, leo cuando puedo sus artículos, compro las revistas de su ramo y sólo he oído la palabra “industria mediática” precedida o seguida de un escupitajo. En cambio si me dieran un nickel por cada vez que he oído “universo lacaniano”, “mirada performativa” o cosas por el estilo sería un tipo niquelado. Vamos lo que quiero decir es que el grupo de los técnicos sufre mucho a la industria como directores, historiadores y analistas sensibles que son, pero analizar, analizar, la analiza poco, la verdad. Vamos que sí, seguro el Grupo Prisa tiene intereses mediáticos pero… ¿cuáles?. Claro, los canales de televisión son de todos conocidos, que si Canal + , que si… pero, ¿sabía usted que el GRUPO PRISA es dueña de una de las mayores distribuidoras de cine español SOGECINE ?, y ¿sabía que controlaba el 33% de la cadena de cines WANER-LUSOMUNDO (vendida a CINESA en 2005)?. ¿Sabía que cada vez que mandaba a su niña a ver una bonita película que mezcla animación y realidad a esos cines estaba dando dinero a los comunistas-homosexuales-pro-aborto-americanistas del grupo PRISA?.



El otro “pero”… es que todo esto, perdonen, es muy “naif”. O si lo prefieren “bizantino”, ese pueblo tan ideal que sitiado por sus enemigos se preguntaba: “¿son las imágenes religiosas correctas, quién tiene más razón los iconoclastas o los iconocludes, debemos superar las manga rangla en nuestra túnicas?”. Lo que quiero decir es que conviene preguntarse, ¿para qué sirve un crítico?. Vamos, los críticos, los de antes, los de la prensa escrita, servían para decir si una película era güena o era un pestiño, si merecía gastarse 300 pesetas en el cine o en cervezas. Uno leía la crítica, lo meditaba el resto la semana y se iba el sábado al cine. Ahora si esperas tanto probablemente tengas que comprarte el DVD en la FNAC para verla. Vamos que un crítico de prensa era alguien que utilizando el “boca-orejas” intentaba orientar al público, pero ahora casi siempre es demasiado tarde para oír su veredicto ya que los estrenos se suceden demasiado rápido y la gente, por muy amante que sea de los gustos del grupo PRISA, la mayoría de las veces se encuentra con El País del viernes pasado diciendo “uy, ya la han quitado, y eso que la ponía bien el Boyeros”. Yo, la verdad, no echo de menos esa situación y encuentro ciertamente divertido tanto el grado de estupefacción de nuestros mayores como la posibilidad de una crisis económica a escala interplanetaria.



Pero, ¿quiénes son los rudos de esta historia?. Quiénes son los que dan mamporros a diestro y siniestro, quiénes desprecian las piruetas de los técnicos y quiénes, maldición, tienen la aprobación del populacho. Pues Carlos Boyero y un nutrido grupo de profesionales de la crítica cinematográfica a los que después leeremos ya que antes conviene analizar un elemento esencial del combate: el equilibrio de fuerzas. Parece evidente que en este combate las fuerzas son desiguales, ya que aunque dudo que Boyero pueda convertir los panes en peces y los peces en espectadores, bien es cierto que la maquinaria informativa que tiene detrás es capaz de aguantar críticas y palos, así como es capaz de convertir una película en un éxito económico. En cambio un fracaso en taquilla a un pequeño productor o distribuidor puede acarrearle el cierre de persianas y el dedicarse a la fontanería. De este modo desde principios de los 90 las quejas de este tipo se han venido sucediendo y parece que al grito de “¡¡¡que inventen ellos!!!” la crítica teórica española ha tomado el ejemplo de la francesa e inglesa y le ha dado por el pataleo intelectual. Repasemos algunos ejemplos: un tal Stafford, de los Stafford de toda la vida (es que no tengo la referencia a mano), hizo un estudio entre la prensa inglesa y llego a la conclusión, ¡¡O.M.G.!! -acrónimo de “¡¡Oh, My God!!”- de que a las películas europeas en la prensa británica se les dedicaba un espacio pequeñísimo. Que daba igual que el crítico dijera que aquello era un nuevo paso en la historia de la humanidad que el espacio que ocupaba era parecido a esos anuncios de “A San Judas Tadeo por la curación de mi cuñada”. Vamos una cosa pequeñísima, de lupa.


Ante ese enanismo de la prensa escrita inglesa y española encontramos la que se conoce como le grandeur francesa, donde periódicos como Le Monde o Libération te hablan del cine europeo que da gusto, a todo meter, a tres columnas, con santos, entrevistas y opiniones formadas. Que es que la gente del cine tiene que estar contentísima en Francia… ¿todos?. No, no todos, existe una pequeña aldea dominada por Patrix Lecontorum… Vamos, que siempre hay gente que le gusta quejarse, y en este caso fue Patrice Leconte quien allá por 1999 se unió a un grupo de profesionales del cine y dijo que la prensa francesa daba un cobertura injusta a ciertos género del cine francés como la comedia o las películas de época (en 1996 había dirigido la magnifica Ridicule). Ya me puedo imaginar la carta dirigida a los medios: “Somos franceses, sí, pero eso... ¿nos hace menos humanos?, si nos hacen cosquillas, ¿no nos reímos?, si nos ponen una película de época ¿no bostezamos?”. Toda una declaración de principios. Estas protestas venían sin embargo a contradecir un estudio de la ARP, la Asociación de Autores, Directores y Productores de Cine Francés que en 1996 advirtió que la crítica francesa no era, como se pensaba, un agente doble al servicio de Hollywood. Desde entonces las recriminaciones entre crítica y profesionales de la cosa audiovisual se vienen produciendo regularmente, sobretodo cuando los asfixiados productores que intentan ver devuelto algo de su inversión se encuentran en plena promoción con una crítica como esta:The Fountain, del no menos celebrado Darren Aronofsky, cayó como un alud de memez y pedantería sobre cientos de personas inocentes. Fue terrible” (Enric Gonzalez, EL PAIS).

Ahí nada más y nada menos reside la segunda fortaleza del sector rudo: no sólo tienen una amplia difusión, sino que, encima, se les entiende. Mientras tanto, y como tendencia general el grupo de los técnicos intenta defender un cine de línea dura con palabras y fórmulas mágicas (existen honrosas excepciones). Aunque este tipo de cine puede ser muy valioso, por ejemplo, recomiendo fervorosamente The world/ Shijie (2004) de Jia Zhang Ke, chica, yo a los críticos teóricos no los entiendo. Tomemos como ejemplo una crítica a la En la ciudad de Sylvia (2007) de una de las revistas del ramo, lean y pásmense: “Mediante el desglose y la especulación contemplativas -unidireccional, pues el contraplano rara vez implica el cruce de miradas con el actante focalizado-, se pretende erigir el receptáculo catalizador y dar cuerpo a la quimera en aras de reeditar un evento del paso -real o ideación, no llegamos a saberlo a la postre- y exorcizar las mil y una reverberaciones en su ser desde entonces”.



Yo de aquí sólo entiendo los artículos, y no es casticismo anti-intelectual, es que no lo entiendo, no sé ni donde está el sujeto. Claro, que frente a esta hipertrofia universitaria de la crítica teórica, el último escándalo que protagonizó la crítica profesional española fue también un poco vergonzoso, ya que nadie asistió en la última Mostra de Venecia a la proyección de la película ganadora, otra del Jia Zhang Ke titulada Sanxia haoren (2006). Lo que dio origen a una serie de críticas delirantes:

Lo gracioso del asunto es que esta película de Jia Zhang-Ke ni siquiera estaba programada de antemano; se proyectó sobre la marcha y en plan sorpresa un día a las tantas de la noche y sólo acertaron a verla los parientes de Jia, dos que no tenían hotel y una representación muy selecta de entre lo más colgado de la crítica... Sobre lo que viera a esas horas, o cuando fuese, Catherine Deneuve se podrían hacer diversas lucubraciones graciosas” (Oti Rodriguez Marchante, ABC) “. “Cuando se conoció la película ganadora, la primera reacción en el Palacio del Cine fue de estupor. Al estupor siguió el frenesí: había que encontrar a alguien que hubiese visto Naturaleza muerta.” (Enric Gonzalez, El País).



Claro que hay que comprender también que esta sección se traga cosas realmente aburridas, insoportables, y es natural que afilen dientes y lápices durante las largas horas pasadas con “nuevos grandes genios del cine·. Veamos para terminar una pequeña galería de insultos:

  • Apichatpong Weerasethakul (esto, lo crean o no es un nombre): “De este angelito había visto antes Enfermedad tropical / Tropical Malady, película imbécilmente simbolista protagonizada por dos homosexuales que se pelean mogollón y un tigre muy aburrido que se pasea por la selva. Un disparate tan tedioso como impresentable. Seguro que atrae a multitud de fans.” (Carlos Boyero, EL MUNDO). “Resulta imposible hacer algún comentario sobre el pulso cinematográfico de Weerasethakul: la cuestión queda pendiente hasta el día en que decida mover la cámara. Para dar una idea del estilo, la secuencia inicial son cuatro minutos de mirada estática sobre un campo. Luego una doctora habla con un monje, mayormente sobre pollos y ácido úrico: 12 minutos de cámara quieta. El argumento se anima cuando, más tarde, un dentista hurga en la boca de otro monje mientras canta country tailandés. La escena dura más que la del ácido úrico. Lo del dentista-cantante debe ser, con toda probabilidad, un rasgo de humor tailandés. Si además de un León de Oro hubiera entre los galardones un León Catatónico, el autor tailandés podría quedárselo hoy mismo (…) un producto tailandés de ritmo narrativo geológico” (Enric Gonzalez, EL PAIS).
  • Tsai Ming-liang :Dos de los directores estrella de esta edición de la Mostra, Darren Aronofsky y Tsai Ming-Liang, compartieron ayer una doble dicha, la de competir con su cine por el León de Oro y la de tener rendida a sus pies a toda la crítica internacional. Absolutamente rendida, arrastrada e implorando una capitulación sin condiciones: «¡por favor, ya basta, esto es insoportable...!» Ambos cineastas, el uno independiente americano y el otro independiente chino, rodeaban al espectador con técnica muy distinta pero igualmente eficaz: el chino te mataba de aburrimiento y el americano, pues de algo cercano a la vergüenza ajena. Sea lo que sea lo que quiere contar Tsai Ming-Liang, lo hace en un plano largo y oscuro y con menos dialogo que un sketch de Tricicle; los personajes son enigmas allí a lo lejos, en unos interiores húmedos de Kuala Lumpur (se sabe porque lo pone en la información adjunta), y sus acciones, o sea, las tres o cuatro que hay en las dos horas de película son del tipo lavarse, lavar a alguien, lavar ropa o fregotear un colchón... ¿Cómo resistirse a la fascinación de semejantes hechos?” (Oti Rodriguez Marchante, ABC).

    Sólo me aburro con planos de duración interminable de una señora cuidando a un tetrapléjico, de un homosexual instalando en su casa a un enfermo que ha recogido en la calle. Además, hay un tipo joven que masturba a una señora adulta en un callejón a oscuras, pero me cuentan los enterados que esa secuencia no es real sino onírica. Si tienen la desgracia de tropezarse con ella alguna vez, les rogaría que me lo contaran. Su autor no es un cualquiera, sino alguien mimado por las revistas especializadas, las filmotecas y los festivales. No voy a calificarle de engañabobos ya que siento mucho respeto por los disminuidos mentales. Es algo peor. Que sus intelectualizados feligreses lo sigan disfrutando mucho tiempo” (Carlos Boyero, EL MUNDO).






Así tenemos a la crítica española, de agarrada en agarrada imitando la primera película con argumento de la historia del cine español: Riña en un café (1897) de Fructuós Gelabert


Posdata: Respuesta de Boyero en el chat de EL PAIS: “Se refiere usted a la conjura de los necios? Le he dedicado escasos minutos a la famosa carta. Entre otras cosas porque la personalidad del 95% de los firmantes, según ellos pertenecientes al ámbito cinematográfico, me resulta absolutamente desconocida. Y los que me suenan solo me inspiran esa sensación tan poco cristiana del desprecio. Durante toda mi vida profesional he tenido multitud de enemigos, pero al menos, sabía quienes eran y a que se dedicaban. Cuánto esfuerzo el de Víctor Erice, ese juglar de los membrillos, y de José Luis Guerín, uno que fotografía durante dos horas la ciudad de Estrasburgo y se empeña, inútilmente, en que eso es una película artística, para convocar a sus ortodoxos mariachis. Me siento como Gulliver en el país de los enanos."



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