Friday, January 30, 2009

Famosa Genitalia

Esta grave crisis económica, a mí personalmente, me va abocar a una era de pensamiento idiota. Sin oficio ni beneficio, flotando en la inopia, con horas que matar y libros que leer estoy llegando a interesarme por cosas de las que podríamos decir de que “no tienen mucha entidad intelectual” (o ninguna). Por ejemplo, últimamente dos libros que me tienen fascinados por distintas y varías razones han desembocado en un tema muy peculiar, pero que a la vez agrada a todos: el bonito pasatiempo de vejar a famosos.

Vayamos por partes, el primero de esos libros es uno de esos que los sajones llaman “reader” y que recopila los escritos más interesantes sobre un tema en particular, en este caso el de “el fenómeno de los famosos como síntoma cultural”, a saber The celebrity culture reader (hay un par pero recomiendo éste, el de Routledge). En ese libro me encontré con un ensayo que relacionaba la cultura contemporánea del famoseo con el chamanismo, Celebrity and religion de Chris Rojek imagínense. La idea general es que la cultura de la fama suplanta ciertos aspectos de la cultura religiosa prácticamente inexistente en nuestra sociedad, y al ser los famosos sus oficiantes, éstos muchas veces representan o llevan a cabo procesos o ritos de elevación y caída. Y a mí la caída me pirra, la verdad. Empecé el artículo por esa parte para enterarme que siendo el cuerpo el principal vehículo del famoso, los ritos de caída pasaban por degradarlo “las celebridades se convierten en anoréxicas, se hinchan como balones, desarrollan fobias por estar en sitios públicos, sucumbe a la adicción narcótica o se enfrascan en demostraciones públicas de borrachera. La mortificación del cuerpo trae a la celebridad al nivel de tierra / terrestre. En casos de suicidio, o intentos de suicido, lo que se busca literalmente es enterrar el cuerpo bajo tierra”. Ejemplo Britney Spears cortándose el pelo.



El otro libro es de Henry Jenkins. Aquí conviene hacer un inciso: Henry Jenkins es lo másssss. No es que sea un simple pensador moderno, sino que es un increíble pensador moderno, un tío que tiene la frescura del academicismo americano pero sin sus trampas. Un señor con todas sus barbas que estudia temas contemporáneos bien enfocados y explicados; temas analizados desde un vasto conocimiento como los videojuegos, la lucha libre, la cultura de fans y su reapropiación de la cultura de masas etc.etc. Por hacer ha hecho hasta conferencias en discotecas de SecondLife (un rato bailando, un rato hablando con el personal). Loco me tiene. Tooootal que me hago con uno de sus libros, uno con el encantador título de The wow climax (tracing the emotional impact of popular culture), y en él viene un artículo sobre Lupe Vélez, la actriz mejicana de los años 30, pareja de Jhonny Weissmuller, muy conocida además por su aparatosa muerte.

En este artículo se analizaba el status de Lupita Vélez dentro del star system de la época. Según Jenkins la representación de Lupe Vélez dentro de la política de glamour de la época tenía más que ver lo grotesco que con su innegable belleza. La Vélez era grotesca porque, como bien decía la publicidad de la época era una mujer (mexicana) incapaz de controlar su líbido, eran por ejemplo muy anunciados sus constantes amoríos y muy recurrentes sus papeles de voraz fémina; existe, por ejemplo, una anecdota que dice que las maquilladoras de las pelis de Tarzan tenían que emplearse de lleno para cubrir los arañazos de pasión que la Lupez infringia al hombre simio. Para ilustrar este aspecto Jenkins cita a un ruso (ahí es nada), Mikhail Bakhtin quien habló del realismo grotesco diciendo “el principio esencial del realismo grotesco es la degradación, esto es, ultrajar todo lo valioso, espiritual, ideal y abstracto; y transferirlo al estadio de lo material, a la esfera de lo Terreno y corpóreo”. Es decir, Lupita Vélez era una Greta Garbo (blanca y virginal) grotesca, una sueca con furor vaginal. Por cierto, ni se imaginan la cantidad de paralelismos que existen entre la Vélez y Amy Winehouse , una mujer judía, loca, y claramente dominada por un útero depredador y violento, vean sino el trailer de una de las pelis de la Velez Mexican Spitfire y pregúntense: ¿no se imaginan así a Amy en su vida cotidiana?.




Es decir, aquí podemos ver las dos principales forma de degradar(se) a un famoso: o enterrando su cuerpo en un agujero o llenarle de agujeros. Es la segunda forma la que nos interesa en este post, sobre todo en el terreno del estrellato femenino. Porque tanto en la época de la Velez, como en la actualidad, podíamos pensar que existen tres tipos de estrellas femeninas marcadas por la cantidad de agujeros que poseen y en como los utilizan: las gordas y feas que son las cómicas, y cuya comicidad residía en su imposibilidad de llegar a ser “mujeres” (en un episodio de Little Britain USA le preguntaban a Rosie O'Donnell qué había sido antes si ser gorda o ser lesbiana, es decir, si ser gorda y no poder conseguir hombres le había hecho lesbiana…). Junto a ellas, las voraces, las putarracas para entendernos, las que tienen problemas para controlar el líbido, y que se presentan como locas lujuriosas con agujeros insaciables, la clásica histérica, la de libro. Estaban esas, y estaban finalmente las estrellas de verdad, las flacas y bellas, las Greta Garbo, personas sin fisuras pero en su sentido más estricto, es decir mujeres sin agujeros. Frente a esas el populacho tenía sus propias armas...

A las Tijuana bible las podemos considerar los primeros comics underground americanos. Eran unos comics eróticos, baratos y cutres que fueron populares desde los años 20 hasta los 60, declinando con la libración sexual y la aparición de revistas como Playboy, y alcanzando su máxima circulación en la década de la crisis económica, la de los 30. En ellas había una temática muy clara: poner a follar a cualquier cosa mínimamente popular, aunque con predilección por los personajes de comic o de animación y las estrellas de cine. Desde Mickey Mouse hasta William Powell, desde Blanca Nieves hasta Claudette Corbett, pasando, ¡oh no!, por la insulsa Ginger Rogers. En esos comics las estrellas se llenaban de agujeros, de apéndices hipérboles, de secreciones, de jugos… y a darle, oye.




Lo más fascinante es que las Biblias de Tijuana haciendo un alarde de modernidad no sólo vejaban a cuerpos espectaculares sino también a escenarios espectaculares, vean por ejemplo estas historietas que les adjunto con títulos tan sugerentes como “Se comió un perrito caliente en la Exposición Universal...¡¡y le encantó!!!” o mi preferido”Vio la Exposición Universal...¡¡¡y de qué modo!!!". Demostrando de un modo bestia pero claro que la economía espectacular de Hollywood no difería mucho de la de las grandes celebraciones como las Ferias Universales y otras (en este caso la fría y moderna Expo de Nueva York 1939-40). Y siendo la valenciana tierra de celebraciones quién se puede resistir a imaginar unas buenas biblias de Tijuana pero ambientadas aquí estilo “Fue a ver la Formula Uno y se lo pusieron todo lo moruno” o “Comiendo mejillones en la Copa América” (aquí lo más parecido que existe es mi amigo Pol Coronado con su Dirty).





En fin, que este pasatiempo de poner agujeros (sexrrrruuales) a los famosos o a los acontecimientos famosos, lejos de pasar de moda se ha mantenido llegando hasta nuestros días con una envidable salud. Veamos sino unos simpáticos ejemplos de este mismo año. Uno, la loca, loca, loca Leonora Claire, una especie de dominatrix de la cosa artística y underground de Hollywood y Los Angeles, y que hacía unos meses se presentaba en Miami como comisaria de una exposición intitulada “Las chicas de oro se vuelven salvajes”, en el que, ¡oh si!... lo están imaginando. Pues es peor… la cuestión es que ella convencida decía a la prensa que “uno de los objetivos de la exposición era que las personas de edad se sintieran más a gusto con su cuerpo en el proceso de madurar”. Claro, que igual todas las abuelitas de Miami son como las “Chicas de Oro” y quizás sea un espejo que ayude a la autoestima, pero cuando aparece parafernalia nazi e implantes mamarios que explotan estamos en un terreno distinto del de la autoayuda, el de la parafilia pop.








Junto a esta magna exposición, otro de los hits de la “famosa genitalia” de este año es un comic que me tiene enganchado a pesar de mi ignorancia en estos temas (a mí los comics me los dejan, y me dicen “léete este”) y muy a pesar de que su guionista Garth Ennis es un horripilante fascista, un machista violento y un homófobo espeluzanante. Pero el comic The Boys tiene su gracia: la historia se basa en que en la sociedad actual los superhéroes no sólo serían salvadores de la humanidad sino encima famosos. Entre rescate y rescate trabajarían de modelos, harían publicidad, irían a fiestas y estrenos de películas. Lo gracioso del caso es que al reducir a los superhéroes al nivel de famosos, al degradarlos al mundo de la fama su inquebrantable seguridad, su templanza, su sentido de la justicia se derrumba (eso es lo que está de moda ahora, los superhéroes con complejos). O sea que el comic te hace preguntarte: ¿qué pasaría si Nuria Bermudez tuviera superpoderes, qué podría llegar a hacer?, ¿y si Kate Moss y los Babyshambles fueran un grupo de justicieros y no solamente (sino además) cocainómanos?. El comic está lleno, claro, de superhéroes famosos dándose por todos los agujeros inimaginables, incluida la penetración anal que según el guionista es la guarrada suma y el colmo de la perversión.



Poniendo agujeros y poniéndonos freudianos podemos decir que todo lo anterior no es sino una violación alegórica de los famosos. Quien ha llevado esta expresión a su última consecuencia son los creadores de South Park quienes se hicieron tristemente famosos en su última temporada cuando a la hora de ilustrar la decepción que había supuesto para el público la última entrega de Indiana Jones, hicieron que George Lucas y Steven Spielberg violaran repetidamente a Indiana Jones. En toda una serie de escenarios típicos para la ocasión estilo encima de una maquina del millón, en un bosque… la escena siempre terminaba de la manera más bizarra imaginable, con George Lucas penetrando analmente a Indiana y pidiéndole que gritara, que gritara como un cerdo “iiiiiiiiiiihhhhhhgggggkkkkkk” (aquí tienen el video).



Finalmente, veamos el caso contrario, ¿qué pasa cuando nos sentimos violados por un famoso?. ¿Qué sucede cuando toda la parafernalia del famoso, toda la maquinaria de representación del famoso se vuelve en contra del espectador como si fuera un cuchillo iconográfico?. Un cuchillo, dos limones, y un par de pimientos iconográficos. Así nos sentimos media España el domingo 8 de enero cuando en la contraportada de “EL PAIS” aparecía la foto del director de cine Manuel Gómez Pereira del modo adjunto. Como claro homenaje a mis admirados Vicisitud y sordidez me tuve que preguntar “What the fuck???????!!!!!!!!!!!”. No en serio, “What the fuck!!!!!????”. Todas las fotos tienen su historia y plantean sus incógnitas, pero las de esta son demasiado suculentas como para dejarlas pasar: ¿el fotógrafo que la realizó se suicido después, como el tipo ese que fotografió a un niño etíope a punto de ser comido por un buitre?. ¿Qué historia nos cuenta?. A mí la historia que me cuenta es que el sábado por la noche fuimos a cenar pues con Ariadna Gil o Pere Ponce, algunos de los más grandes actores españoles vivos (¿más vivos españoles actores? ¿vivos más actores españoles?). Que volvimos a casa un poco bebidos, Gomez Pereira abre la puerta de casa y yo digo “Oye que maja Adriana, y que sencilla la tía…”. Entonces Pereira me dice “Tú sí que eres maja” y de un golpetazo me empuja contra la pared, me baja los pantalones, y mojándose los dedos índice y corazón, me lubrica y me empieza a violar, mientras yo me agarro a alguno de los Goyas que uno siempre tiene en el recibidor. A la mañana siguiente con una de esas resacas que hacen que te moleste hasta la luz, te despiertas, y ahí lo tienes, de esta guisa preparando dios sabe qué…
Para terminar con este desproposito unas gotas de cultura, según el “Urban dictionary”, “Sugar Mamma” es: 1. A woman who is duped into believing that a man really wants her; when the man is a freakin' gold digger lookin' for a free-ride and some booty on the side 2. A woman who wants/needs sex and companionship and is willing to pay for it via gifts, trips, and money to their sugar baby.

Tuesday, January 13, 2009

El dificil arte del programador familiar.


Como decíamos en otro sitio, no me pregunten dónde, el concepto de Gran Público (léase “Taquillazo”) se ha ido diluyendo en el difuso panorama audiovisual y artístico contemporáneo. Hace tiempo que, por ejemplo, ya no existe esa cosa que decían las grandes artistas, estilo Rocío Jurado, de “Mi Público”. Ese concepto, hoy por hoy, se ha atomizado; lo más que podríamos aceptar actualmente es “Mi público de Estepona”. O si acaso podríamos echar mano de una fascinante fórmula que una vez le oí utilizar a Julio Iglesias en una de esas disparatadas entrevistas que concede y donde le ponen un velo delante de la cámara para disimular que el uso y abuso de drogas ha puesto entre él y el mundo un muro permanente. En una de esas interview, como decía, le preguntaron por Miranda, su actual mujer, a lo que respondió en ese finísimo surrealismo que le caracteriza: “¿Pero qué Miranda?, porque a los ojos de las gentes hay muchas Mirandas”. Pues eso, que el Público es uno y trino, las gentes muchas y variadas, y Miranda, poliédrica.



Pero, ¿quién son esas “gentes” a las que un genio del espectáculo como Julio Iglesias se refería?. Pues esas gentes no son más que los cuatro colegas sin oficio ni beneficio, la señora de uno, el amante homosexual de turno, un familiar que está de paso. Es decir, gentes insulsas, incultas y altamente impresionables que se sienten fácilmente ofendidas por una película que no comprenden. O si quieren el público que cada fin de semana encontramos en nuestra salita comedor, ya que hoy vamos a hablar de una de las piedras filosofales de la gestión cultural: el difícil arte del programador de cine familiar.

¿Quién no han tenido ganas, alguna vez, de insultar al programador de su filmoteca local?, ¿de agredir al director del festival de cine al que asisten cada año?, ¿quién, pregunto, no ha sentido el repetido deseo de cagarse en el tipo que compra las películas de su cine de versión original subtitulada?. Pues toda esa serie de grandes placeres que a usted que tanto tiempo le dedica al cine le están vedados, sin embargo, ¡¡¡oh, destino cruel!!!, están al alcance de la mano de esos infraseres a los que usted les pone películas en el comedor de su casa, sus allegados.



¿Por qué no ha notado, acaso, la incomodidad ante unos títulos de crédito en checo?, ¿los movimientos nerviosos ante la opción de la versión original subtitulada en una peli hablada en chino madarín?, ¿o los bostezos ante el uso no naturalista del sonido, la moderna utilización de la cámara en mano o el simbolismo de la gama de los azules en la fotografía?. Es en ese momento, y es enfrente de la pantalla donde se va gestando un drama que termina cuando el espectador con nombre y apellidos se gira, y con una total despreocupación pregunta: “pero, oye, ¿esta mierda que me has puesto qué es?”. Y ante la opción de responderle con vehemencia, tirando pequeños escupitajos por la boca mientras se grita “¡¡¡¡una de las obras maestras del SXX!!!”, uno se para, respira, y piensa “vale, vale, no conocerá a Andréi Tarkovski pero eventualmente me deja colocarle mis genitales en su boca, eso tendría que bastar”. Un pensamiento esclarecedor que lleva a una respuesta relajada “pero, oye, que si quieres la quito, que yo esta la he visto cienes de veces”. Ante esa afirmación siempre siempre, pero siempre oye, se recibe una mirada condescendiente, que cierra un tenso primer acto.


¿Qué opciones tendríamos ante una situación tan tirante?. La más fácil y resultona, entrar en este blog Café y cigarrillos, clicar donde le digan que clique, copiarse los comentarios, decirlos a viva voz en el momento oportuno, y quedara delante de ese potorro que ha conocido en un cuarto oscuro o en clase de “Arte Renacentista (II)” como la persona sofisticada y llena de cultura que pretende ser (yo a ese blog entro cada hora, créanme). A mí este fantástico blog, por ejemplo, me ha ayudado con uno de mis días grandes, el uno de enero, cuando tradicionalmente mi señora y yo nos refugiamos en el sillón, hacemos nido como si fuéramos grandes y asexuados hamsters, y entre kleenex y paracetamoles, tragamos películas como tontos.


“Pero, Nacho Fusil ¿Cuáles son las películas preferidas para la resaca?”. Mi querida amiga, mi divisa para esos momentos es: “para días difíciles, géneros menores”. Los géneros menores son aquellos que tienen historias tontas, llenas de fórmulas, donde prima el puro espectáculo y donde existe un tratamiento de la narración basado más en la sensación que en la reflexión, vamos lo ideal para un cerebro atontado. Léase, por ejemplo, la ciencia ficción más fácil, los melodramas más desgarradores, la comedia romántica más insulsa, los teen pics más descerebrados… cosas así, de poquito pensar, que ayudan e invitan al cabeceo. Sin embargo, esos géneros pueden deparar sorpresas cuando uno descubre que puede existir una gran historia oculta debajo de un título idiota, una película que divierte y asombra, que enseña deleitando. Entonces es el momento de sacar pecho, sentir las miradas acariciadoras de admiración y deleitarse con los susurros de “no, si el tío es semi-profesional, que ha trabajado en cultura”, “y todo esto sin master, ni nada”, “las pelis son buenas pero el café es una mierda”. No se crean que esto es una tontería, un grano de anís, porque actualmente y dada la graviiiiiiiisima crisis económica que vivimos, ser un buen programador de cine de salón tiene tanta importancia social como pudiera tener en el SXIX poseer una buena conversación (“es un hombre de opiniones formadas pero discretas” decía Jane Austen). Que en mi grupo de amigos hemos pasado de noches de shusi y cine en pantalla grande, de deleitarnos con el temaki, el uramaki, y nuestra decadente bisexualidad, a pizzas a domicilio, mantita, y descargas ilegales. Todo un panorama pero por lo menos quedarse en casa es tendencia.

Volviendo al tema de los géneros, lo que les venía a decir es que la sorpresa este año la ha dado la “comedia sentimental”. Una doble sorpresa el ser este un género tan denostado, abominado por personas sofisticadas y liberales, y que, a través de Stay / Sleeping dogs lie (Los perros dormidos mienten - 2006), se convierte en un altavoz de un increíble y divertido anarquismo sentimental. Dando la vuelta al género de Rom Com (romantic comedy) y haciendo vibrar a un público tan lobotomizado como pudiera ser el del día uno de enero (mi señora y yo). Pero hagamos un poco de historia que para eso estamos: la comedia romántica contemporánea tal como la padecemos nació o renació allí por mediados de los 80 convirtiéndose en la plataforma para una última generación de super estrellas del cine, e iluminando nuestros hogares con unos divertidos amores que llevaban consigo la peor moraleja de la era Reagan. Este despropósito venía a sustituir a las “comedias nerviosas” de finales de los 70 y principios de los 80 que tomaban como referencia a Woody Allen (cuando aún tenía gracia). Al sustituirlas, la nueva comedia sentimental, se convertía en “no sólo en un revival de un género “pasado de moda”, sino en un revival de la ideología “pasada de moda” del romance heterosexual, sus rituales, signos y deseos” (lean sino al Dr Frank Krutnik y al Prof. Steve Neale).




Sin embargo Neale y Krutnik son, a qué negarlo, un poco cenizos, ya que ni toda la comedia sentimental es tan homogénea en su ideología, recuerden por ejemplo a Moonstruck / Hechizo de luna, ni a que decirlo, toda la comedia era una herramienta más del machismo neo conservador. Piensen sino en que algunas de las pocas directoras (mujeres) americanas de aquella época, las que estaban dentro de la industria, pasaron por ese género, recuerden a Amy Heckerling con Look Who's Talking (1989), y esa obra maestra del teenpic, esa adaptación de Jane Austen que es Clueless (1995). Nora Ephron directora de Sleepless in Seattle (1993), You've Got Mail (1998), Bewitched (2005), y guionista de When Harry Met Sally... (1989). Otro día con tiempo hablaremos de las mujeres directoras de pelis de acción.


La película de la que hablamos hoy, sin embargo, está dirigida por un hombre, Bob Goldthwait, a quien ustedes lo conocerán por su papel de punk descerebrado Loca academia de policía 2, 3, y 4. Mal empezamos, un secundario de Loca academia de policía , que ni siquiera estuvo en la original, recordemos, Loca academia de policía , con su legendario bar gay (leather) “La ostra azul”, ese es el nivel del que partimos. Un señor que no es danés, que probablemente sólo tenga la EGB americana, haciendo películas. Pero, créanme, la historia que cuenta es fascinante, y ya desde el inicio, porque el motor dramático de Stay / Sleeping dogs lie se pone en marcha a los cinco minutos del filme cuando su protagonista, una universitaria aburrida y solitaria decide una tarde, por pasar el rato, por pura desidia, por experimentar algo nuevo, decide, pues chupársela a su perro. Esa tonta acción se convertirá en una bomba de relojería que estallará años más tarde cuando en un tonto juego de novios, “noooo, va, cuéntame un secreto…¿qué es lo más guarro que has hecho en tu vida?”, decida contestar con toda sinceridad.



La película acaba siendo, después de muchos despropósitos, un canto a la mentira dentro de la pareja, a la reivindicación de la parcela propia y a la idea de la personalidad inalienable (y bizarra) capaz de resistir a familias y parejas. La protagonista, como en toda buena comedia sentimental, acaba transformada pero en sentido contrario: la entrega total pasa por la mentira. Además la película no pierde en ningún momento el tono de comedia sentimental, es decir, no es una comedia grosera estilo American Pie (1999) o The 40 Year Old Virgin / Virgen a los 40 (2005) (no veo la diferencia entre ambas), sino que el mal rollo surge del estilo desenfadado, brillante y fácil de cualquier comedia sentimental.


Esas películas son un éxito de saloncito comedor, pelis que bajo títulos terribles, campañas de promoción equivocadas o errores de casting dan joyas como But I'm a Cheerleader (1999) de una cheerleader que se descubre lesbiana y es ingresada por su familia en un campo de reeducación, o el entretenimiento liberal After Sex (2007), una peli de episodios sobre parejas que hablan después de un buen polvazo… Hágame caso, su salón comedor puede ser el próximo Estudio 54.