Friday, June 6, 2008

Como puta por rastrojo: mujer, cine y postguerra



Mi novio me lleva al cine
Y me lleva a gallinero
Y me mete por detrás,
Así no nos ve el portero.

Esta bonita rima bien podría resumir el sentir popular que se tenía alrededor de un sitio a oscuras donde pasaban cosas extraordinarias, el cine. Los cines de posguerra eran lugares lúgubres donde los novios perdían los brazos y donde los ojos censores, que todo lo querían ver, se volvían tuertos gracias a la oscuridad que precisa la proyección en público. Pocos testimonios nos han llegado de esas prohibiciones cotidianas, de ese poner la mano delante del proyector para tapar el beso de los protagonistas, que como acto censor es bonito por lo bestia o atávico. Así a bote pronto recuerdo dos películas, El camino (1963) dirigido por una mujer, Ana Mariscal, basada en la obra de Miguel Delibes, y donde aparecía una delirante escena de censura que acababa a pedradas, y Esa pareja feliz (1953) de Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga (escena que podéis ver en “Me ha entrado algo en los ojos”). Pero salvo esos escasos ejemplos, me cuesta recordar algún documento o análisis que no sea el de la crónica sentimental sobre una mujer inmersa en el espacio oscuro de una sala de cine generando un pánico moral igual o mayor al espacio que ocupa.


Pero hace un par de semanas cayó, casi literalmente, un libro de viejo a mi cabeza. Un libro titulado Mujeres para después de una guerra escrito por Assumpta Roura donde nos daba noticias de, agárrense que vienen curvas, una institución llamada el Patronato de Protección de la Mujer, cuya presidenta era Doña Carmen Polo de Franco, y que fue formada en los áridos tiempos de la autarquía (1942). Proteger, proteger, no protegían mucho, bien es cierto, que pronto las señoras y señores del Patronato se revelaron como una policía moral para la mujer. Eso sí miraban mucho, en todos los sentidos, por las putas, que para ellas levantaron residencias, y centros de acogida con nombres que daban miedo sólo de oírlos. Nombres tan sonoros como el de “Congragación de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor”, o ya sin poesía, “Prisión especial de Mujeres de Gerona”. En aquellos centros se ayudaba a la caída a levantarse, y se expedientaban, en sendos informes, las miserias de la mujer de posguerra. Entre las prostitutas había infinidad de chicas de servicio que, como si fuera la peli Surcos (1951) José Antonio Nieves Conde, se trasladaban a la ciudad escapando del hambre o la persecución política. Bien es cierto que junto a ellas había casos más llamativos, alejados del ámbito laboral de la prostituta (frescas vocacionales, por así decirlo), casos como el expediente nº 106: “De dieciocho años, natural de un pueblo de Badajoz. Solicitó el internamiento la madre al saber que mantenía relaciones ilícitas con un soldado moro de la escolta del Generalísimo con el que pretendía casarse”. O, mi favorito, el expediente nª 549: “De veinticuatro años, natural de un pueblo de Santander. Huérfana. Ha estado sirviendo cinco años en una casa de salud. En la actualidad vivía con unos tíos espiritistas que la iniciaron en estas prácticas perturbándola gravemente y haciendo preciso su ingreso en el Hospital Provincial de donde ha venido al Patronato”. Una situación que gana por goleada de lo mismo extraño, que cuando leí ese informe mi cerebro no pudo asimilar la situación y tradujo “espiritistas” por “escaparatistas” (¿¿??).

Con estas extrañas historias llegamos a un expediente muy interesante, el nº 159, el de una pobre chica que fue a parar al “Colegio de las Oblatas de Ciempozuelos”, lean, lean: “De diecisiete años, natural de Madrid. Aficionada a cines, bailes y el trato con muchachos, da mal ejemplo a una hermana menor, por lo que su padre solicitó el internamiento”. Y de la mano de éste, llegamos al quid de la cuestión, el cine, junto a otros entretenimientos es un cáncer moral. Una enfermedad a la que tenemos que sumar, a parte de la vana ilusión de sus imágenes corriendo a raíz de 24 por segundo, el peligro que supone que una señorita con falda asista a un espectáculo a oscuras. Este pánico moral que tenía su origen cuando una señorita compraba una entrada y se veía una sesión doble estaba recogiendo un prejuicio del S.XIX: la mujer se identifica con el lugar que está, si está en un sitio público, entonces… sumen 2+2. Esos y otros miedos pasaron del SXIX a mitades del SXX en forma de disposiciones para salvaguardar la moral. Disposiciones como el apartado 2º de “la política de sanidad moral del Patronato de Protección de la Mujer”, titulado con el extraño nombre de “cercenamiento de las especiales solicitaciones del vicio”. Allí se podía leer estas medidas pro-moral que son para llorar después de haber reído a mandíbula batiente:

“b) Mantenimiento de la actual política de censura de cine, vigilancia de los programas y estrecha vigilancia policial del decoro en las salas, anunciado sanciones contra los espectadores escandalosos y aplicándolas severamente.

c) Persecución de la pornografía, no sólo en libros, folletos y revistas, sino también en carteles, anuncios y exhibiciones públicas de desnudos, so pretexto de arte.

d) Reglamentación de los trajes de baño y de playa, de los baños de sol y de las piscinas públicas.

e) Orientación decorosa, sanitaria y española de los deportes, cercenando el exotismo antiespañol en la promiscuidad de sexos, desnudos, etcétera.”

Pues yo que quieren qué les diga, que a mí lo del “exotismo antiespañol” pues me sabe a gloria bendita, nunca mejor dicho, que aplicado actualmente igual te sirve para hablar de la moda del tattoo, la homosexualidad, el MUSAC o el FIB. Que para el caso, todo es lo mismo, “exotismo antiespañol”.


Como el Patronato no podía llegar a todos los lados, verdad, esta institución generó a su vez bloques o asociaciones contra la inmoralidad que actuaban localmente y que mandaban informes anuales sobre la situación moral de cada capital de provincia. El informe que se originó en Zaragoza en 1941 merece que se transcriba detalladamente porque es uno de los textos más reveladores que he podido encontrar sobre la concepción de las salas de cine en la España de los 40. Disfrútenlo, pero recordando que nos habla de Zaragoza de principios de los 40 y no de Sodoma y Gomorra, que es que leyéndolo uno se pone hasta tontorrón, que vicio madre mía, que vicio más feo:

“El Bloque contra la inmoralidad pública de Zaragoza

Termina la guerra de la Liberación, y como secuela de la misma, ofrecía esta capital el más bochornoso y degradante espectáculo en relación con la pública inmoralidad. El ambiente era irrespirable puesto que por doquier imperaba la mayor desvergüenza e inmoralidad.
Los primeros trabajos del Bloque fueron dirigidos contra la inmoralidad en los salones de cine que ofrecían el más vergonzoso y repugnante espectáculo.
Todas las butacas, desde la mitad hasta el final, parecían reservadas a parejas que con la mayor desvergüenza e impudor daban rienda suelta a sus instintos carnales, favorecidos por la casi completa oscuridad.
En primer lugar se requirió a las empresas a que, cumpliendo las órdenes circulares del Ministerio de la Gobernación, dotasen a las salas de la debida luminosidad que en nada perjudica al espectáculo.
Venciendo alguna pequeña resistencia, se ha logrado que haya luces precisas y que sean atendidas inmediatamente las indicaciones del Bloque.
Merced a severas sanciones impuestas que han alcanzado a 450 personas (cuyos nombres han publicado algunas veces, en casos de contumacia, la prensa), al rigor desplegado, vigilancia y constancia en la actuación, propaganda, carteles conminatorios, etcétera, se ha conseguido hacer desaparecer totalmente aquel irrespirable ambiente de sensualidad que reinaba en la ciudad (…).
Se ha conseguido que el cine Actualidades funcione exclusivamente con películas blancas censuradas previamente por miembros del Bloque (…).
Las calles y los paseos estaban también llenos de libertades pecaminosas y vergonzoso sensualismo que era preciso atacar (…)”.

A esta verdadera ola de molicie y sensualismo se vinieron a sumar, en 1942, las chicas de servir de Álava cuya situación quedó reflejada en un informe de la Junta Provincial del Patronato de Protección de la Mujer de la misma provincia. En “Situación de las muchachas de servicio” se urgía a tomar estas medidas: “Medidas más urgentes: Prohibición del trabajo femenino en los bares y vigilancia intensa en los cines con sanciones severas –publicación, incluso, de los nombres en los periódicos-, contra los contraventores de la moralidad”. Diez años después, en Álava la situación había mejorado gracias a que “la vigilancia de Acción Católico y la costumbre de consultar la cartelera ha bajado bastante la peligrosidad” (¿¿??). Claro que Álava no era nada comparado con esa Babilonia Moderna, Barcelona, que tenía cines especializados casi por vicios, según recoge el informe de 1952: “Hay algunos lugares dedicados a la homosexualidad y uno o dos cines en los que frecuentemente se reúnen estos degenerados”. Pero los degenerados barceloneses lo tenían porque los grupos de Acción Católica, la Sección Femenina y otras instituciones actuaban con, literalmente, “desprecio al falso respeto humano. Obran con audacia española, desinterés y disciplina”.


Subrayar esa actitud me ha parecido la mejor forma de acabar de este artículo: amiguitos, allí donde estéis, en un cine de arte y ensayo con cara de idiotas, en un cuarto oscuro alumbrando con el móvil, o en una exposición de un artista conceptual mesándoos la perilla, no renunciéis a la audacia española para luchar contra el exotismo anti-español. Recordar: lo de Aquí o es doblemente bueno o es doblemente bestia. ¡¡¡Vosotros tenéis el Beat y nosotros al Cid!!!.
Expediente nº 415: De veintidós años, natural de Almadén (Ciudad Real). Al morir su padre vino a Madrid para servir en la casa de una artista de cine. Tenía relaciones con un guardia que la dejo encinta: salió de la casa en la que servía y el Ayuntamiento la albergó en el Parque de los mendigos.

2 comments:

Anonymous said...

Joder, pero qué tristes eran las cosas no hace tanto tiempo. Al leer cosas como éstas pienso que cuando nos metemos con nuestros padres/madres y abuelos/abuelas deberíamos pensar que aún salieron demasiado bien teniendo en cuenta el entorno enfermizo con el que tenían que lidiar.

¡Y qué manía con legislar siempre sobre el cuerpo de la mujer!

Anonymous said...

I always inspired by you, your views and attitude, again, appreciate for this nice post.

- Norman