
El Cine Estudio D´Or es un sitio tan bizarro, extraño, peculiar y al mismo tiempo familiar, cercano y vernacular que si quieren más que cine deberíamos considerarlo anti-cine. Es decir, es un cine que nos habla de todo lo que actualmente NO es el cine. Un oxímoron de la distracción que rompe una de las reglas sagradas de Hollywood: “sólo hay espectáculo cuando hay negocio y sólo hay negocio cuando hay espectáculo”. En el D´Or, en cambio, sólo hay cine cuando hay suficientes ojos para verlo. Tan simple como eso. Pero no hagamos más poesía de la necesaria y analicemos paso por paso porque un sitio tan cutre rompe todas las reglas de la mercadotecnia cinematográfica, pareciendo que está a punto del cierre y la bancarrota para renacer cada temporada haciendo las delicias de los valencianos.
Pantallas: Una. Reconozcámoslo, la exhibición es la parte más débil de la ecuación del espectáculo cinematográfico. Una pieza que siempre está a punto de romperse y que depende de la caridad de los malvados distribuidores cuya cuota sobre las ganancias en la taquilla ronda el 80%. Incluso en países como Estados Unidos donde las cadenas de cine nacionales tienen una larga tradición, y donde se negocian mejores porcentajes, el cierre y la venta de locales no es nada extraño. Imagínense entonces la situación de exhibidores independientes como los del D´Or, que según tengo entendido (habladurías), pertenece a los mismos dueños del teatro Olympia que lo mantienen como si de un lujoso capricho se tratase, porque evidentemente NO hace el dinero que debería. Pero, bueno, como decía, una de las maneras de paliar esta penosa situación económica fueron las multipantallas, que si por un lado permitían a los exhibidores alojar más películas, haciendo que hubiera una mayor posibilidad de acoger algún éxito de público. Por otro lado, permitía a los distribuidores lanzar masivamente sus películas al mercado y sobresaturarlo.

Las multipantallas también influyen (y tienen su origen) en otro hecho, que, oye, también tiene que tomarse en cuenta: la atomización del público que se inició en la década de los 60. Algo que conviene matizar, ya que, aunque no podemos olvidar que los grandes éxitos de Hollywood actuales siguen estando pensados para atraer al mayor número de gente posible, y aunque tampoco podamos pasar por alto que el Hollywood clásico también hacía películas pensando en diferentes sectores (Paramount sus cosas sofisticadas para los urbanitas, la Warner más clásica para los paletos del medio-oeste, los dramas para las señoras…), aunque como decía, no podamos olvidar estas características la ecuación sigue siendo muy básica: una Pantalla es igual a un Público (P=P). Es decir, el cine actual dominado por esa ciencia del mal que es marketing, tiende a los nichos, que se convierten en multipantallas: la película de aventura para niños y jóvenes en la pantalla 1, la levemente independiente para adolescentes y 30añeros en la 5, todos con sus mini-pantallitas. Último y dramático ejemplo: Sex and the City (Michael Patrick King, 2008). Me imagino a uno de esos ejecutivos de Hollywood gritando: “¡¡¡Maldición, ¿por qué nadie me había dicho que las mujeres van al cine!!!”. La tendencia, claro, es a repetir el éxito y en la tele americana están anunciando al menos dos películas con un slogan muy parecido a este: “Llévate a tus amigas a cenar y al cine, y disfrutad de esta comedia sobre mujeres que…”. Sin embargo, como decíamos, el D´Or sólo tiene una pantalla, y con eso se recupera la ilusión de “Público” como comunidad. Y, ¡¡que público!!. Porque quién tiene tres horas que perder a mitad semana: jubilados, universitarios, parados, amas de casas, y “otros” que conforman un fresco de personajes muy felliniano. Porque el D´Or es definitivamente un cine muy felliniano, uno de esos con una atmosfera densa, con la gente medio tumbada, sin zapatos, corriendo para pillar los mejores asientos no numerados… a veces, la mayoría de veces, el espectáculo se encuentra enfrente de la pantalla.
Reestreno. Cuando decimos que el D´Or, un cine de reestreno, es una ventana a otros tiempos, lo decimos literalmente, porque “ventanas” es como llaman en Hollywood a los distintos modos de vender una película a lo largo de toda su vida comercial. Cuando una ventana se cierra, la de la proyección en cine, otra se abre, la de la venta en DVD. Lo único que pasa es que la ventana de “reestreno” pasó de moda, pues hace la friolera de 50 años, por lo menos en USA, el espejo ante el que todos deberíamos mirarnos. Actualmente, y cada vez con menos diferencia temporal, cuando se cierra la ventana de la proyección, se abre inmediatamente la del DVD, que es donde verdaderamente se seca tajada. Pero, en serio, ¿reestreno?. ¿Quién querría ver una peli ya vieja en un mercado saturado de novedades comerciales?. Además, ahora todos los cines son de estreno y todo el público está formado por estrellas.
Comida. Todos los libros que he podido consultar están de acuerdo: la mejor forma de sacar provechos netos para un exhibidor es vender palomitas (entre un 50 y un 80%). En serio, lean el famoso libro Popped Culture: A Social History of Popcorn in America de Andrew F. Smith. Sin coñas. ¿No se han fijado acaso que las multipantallas, que ofrecen una experiencia minimalista del cine como arquitectura, concentran todos sus esfuerzos de diseño en los puestos de venta de comida?. De hecho, una de las ultimas tendencias en el diseño de estos espacios es, según Robert L. Beacher presidente de la “Forest Bay Construction” (que se dedica a esta cosa de hacer cines), crear espacios modernos. Crear espacios modernos eliminado la pared del bar, pero manteniendo un ambiente familiar, como de living room para que los espectadores más mayores encuentren el ambiente agradable. Es decir dar un look nuevo a algo que recuerde a un cine de siempre. Además, que al eliminar la pared del bar se pueden hacer puestos de venta de comida circulares, que tienen una clara ventaja: aunque hagas cola siempre esperas ser el próximo. ¿No les recuerda esta descripción a algo?. ¡¡¡Malditos franceses y maldito UGC Cine Cite y sus trucos arquitectónicos!!!. En cambio, piensen en el franco D´Or, el cine sin reveses, ¿qué tiene a la entrada?. Dos máquinas de bebidas y aperitivos matadas y viejas, y que hasta hace poco, vendían cervezas a un euro. Una ganga. Podías ponerte ciego viendo la película aburrida que acompañaba a la que habías ido a ver. Pese a esas carencias en torno a las infraestructuras alimenticias, o precisamente por ellas, la gastronomía juega un papel importantísimo en el D´Or. Es decir, allí uno no compra comida, sino que se lleva el bocadillo de tortilla, o las empanadillas riquísimas, o las papas… y uno cena, oye, y cena bien, y cena barato y casero. Además que el D´Or tiene esa extraña costumbre de hacer que la gente cene siempre al inicio de la segunda película, a eso de las 9.30 o 10 que es la hora española de cenar. Y todo el mundo dice: “nos tomamos primero las papas, y cenamos cuando empieza la otra peli… espera que voy a por una cerveza”.
El D´Or es un lugar maravilloso donde hacer una cosa maravillosa: ir al cine (y no ir a ver una película en concreto). Un sitio que me recordó un fragmento de un libro muy interesante que estoy leyendo Screen Traffic: Movies Multiplexes and Global Culture de Charles R Acland, donde se decía que ir al cine se debe comprender como una practica cultural.
Podría continuar esta lista hecha deprisa quizás para incluir prácticas más imaginativas, subversivas, e incluso criminales pero creo que muchos se reconocerán en las anteriores. Aquí el cine es banal, erótico, social, indisciplinado; es un lugar cotidiano, diario, lleno de posibilidades reglamentadas e infinitas”.
Hablando de versiones (visiten el fantástico blog Cover garden) y de cosas favoritas, como el D´Or, disfruten esa maravillosa versión que he colgado de la original My favorite things en ME HA ENTRADO EN LOS OJOS…


Es mucho mas facil que hagas el imbecil...


