La película no tiene más. En una palabra, boba. Sin embargo ha creado escuela, y a mi me ha estado mareando la cabeza durante un mes. Qué tiene una historia así para haber levantado toda una oleada de imitación, que es, en definitiva, la mejor forma de admiración. Porque sí, amigos, el internet se ha llenado, pero literalmente llenado, de gente que copiando el estilo de los protagonistas se ha puesto a hacer sus propias versiones redux, versiones caseras de sus películas favoritas. Tanto fervor no se había visto desde que un par de adolescentes analfabetos decidieran liarse tiros tras haber visto Natural Born Killers (1994). Además, que es que bautizan a sus películas con el mismo nombre que en Rebobine, por favor, es decir, películas “sueciadas” o “sweded”. Ya que para justificar el atraso que conlleva hacerlas, uno de los protagonistas, dice que tardan un día en llegar al video-club desde ese pais. Vean estos enlaces, y pásmense ante estas obras maestras del papel, cartón y tijeras que va haciendo por ahí el personal: http://www.youtube.com/user/BeKindMovie (el canal de YouTube) y http://www.swededmovies.org.
Es mucho mas facil que hagas el imbecil...
Después de mucho pensar he aquí lo que me ha dado el cerebelo: ¿por qué esta película ha sido un éxito?. Pues porque es una película en la que se juega a las películas, y la jugabilidad es, queramos o no, uno de los elementos que definen el cine de finales del SXX y principios del SXXI. Los críticos de cinematográficos, que miran las pelis como si fueran cuadros, tradicionalmente le han prestado poca a ninguna atención a este elemento, si no es para ponerlo a caer de un burro. Pero bien mirado es un elemento de análisis como cualquier otro: “Buena fotografía pero escasa jugabilidad”. La cuestión es bien sencilla, uno después de ver una película se tiene que preguntar: “esto está muy bien, Liv Ullmann, estaba que se salía, Ingmar Bergman dirige como Dios, pero… ¿a esto podemos jugar? ¿No?... pues ponle a Persona: “Jugabilidad mal, pero metafísica muy bien”. Una cosa por la otra.
Ustedes dirán, que son muy muy puñeteros, que en la película también se recrean obras de escasa jugabilidad como Paseando a Miss Daisy (1989) o 2001: Odisea en el espacio (1968), así como hay un grupo de colgados que han “sueciado” American Beauty (1999). Sí, vale, pero jugar a eso no mola, o si quieren es muy aburrido. Lo que mola es jugar a las pelis de acción, o a los grandes block-busters de ciencia-ficción… cosas así, ya me entiende, los grandes taquillazos que se han producido desde mediados de los 70 hasta ahora, esas obras maestras de la comercialidad que son Star Wars (1977), o Alien (1979) y que se convirtieron en las primeras franquicias. Que es como en el negocio se llama a las pelis que preceden a un numero: ALIEN 1, 2 Y 3.
Todo esto parece nuevísimo pero la industria americana, que siempre ha sido tan pragmática, lo tenía ya claro en los años 30. Cuando los departamentos de ventas de las grandes productoras se dieron cuenta por primera vez que las películas de acción hacían mejor negocio en el extranjero que las películas, ojo con el nombre, de “walk and talk” (andar y hablar). La cosa, como vemos, va tomando forma, volviendo al ejemplo anterior: “La pelis de Bergman, jugabilidad escasa, pero se anda y se habla bastante, poco exportables”. ¿No les parece irónico que no se puedan “sueciar” las películas del director sueco más grande de la historia?.
Con decir que los grandes taquillazos se transforman en exitosos video-juegos no descubro nada. Vean sino como en 2004 en Inglaterra entre los 20 video-juegos más vendidos habían 5 inspirados en películas: Spider-Man 2, The Incredibles, Harry Potter and Prisoner of Azkaban, Shrek 2 and T, Lord of the Rings: The Return of the King (ELSPA 2005). Ahora vayan a los enlaces de películas “sueciadas” y verán como los títulos se parecen sospechosamente. Pero no seamos perezosos, que se han acabado las vacaciones, y no digamos simplemente “es que las películas taquilleras se parecen a video-juegos”. A ver, pensemos, ¿por qué se parecen a un video-juego?, ¿que tienen de bueno las pelis para ser transformadas en video-juegos?. ¿Nada?, ¿no se les ocurre nada?. Como cuando éramos niños y estábamos delante de un problema de matemáticas complicado: “Joooooo, es que no me sale”.
Para complicar aún más las cosas, aparece en escena Mr. Meyer, presidente de la Warner Bros., y en una entrevista publicada en el New York Times del 9 de agosto (Holy Cash Cow, Batman! Content is back!), anuncia que el gigante de la comunicación WARNER vende sus empresas menos rentables y se recoge sobre la producción para hacer películas con “contenido”. Lo juro. Dice que el péndulo ha pasado de hacer dinero con la distribución a hacer dinero con los contenidos. Que los contenidos se venden bien, no se piratean, son rentables, y es el mejor sitio donde refugiarse mientras se sabe cómo coño se van a distribuir las pelis (en internet, vía satélite…). Ya puedo oír sus risas, pero la Warner saca El caballero oscuro (The Dark Knight, Christopher Nolan, 2008), y da un campanazo de la hostia con una película oscura y paranoica que se va a convertir en una de las películas de la década. Lo que decía mi mujer, esa buena salvaje cinematográfica que a veces me acompaña al cine: “vengo a ver explosiones y acabo viendo una película de complejos”. Eso mismo, The Dark Knight mantiene su jugabilidad, pero es demasiada oscura. Su marketing es el de una gran película pero su contenido no, dando lugar a escenas tan descacharrantes como esta: “Cariño, el mundo se está yendo a la mierda, ¿quieres una Telepizza con cuatro Bat-panecillos de ajo?”.
No puedo terminar sin volver al tema central del artículo, Rebobine, por favor, y subrayar un elemento clave de la película: las audiencias. Intentaré ser breve: las audiencias en los taquillazos del cine actual sólo cuentan como masas, y cuando digo masas me refiero a “un montón de gente”. Uno sabe que una película es buena porque ha ido a verla un montón de gente: algo tendrá… vamos, digo yo. Es decir, cantidad es igual a calidad para ese espectador medio que somos todos. Además, ¿quién se puede resistir a formar parte de una bonita cifra?. Los anuncios lo dicen constantemente “25 millones de espectadores”, “50 millones de espectadores”… No seré yo quien se resista al encanto de ser el espectador 37.789.457. Sin embargo, por debajo de esas grandes cifras, existe un público fiel que desde los años 80 lleva manteniendo económicamente los mayores disparates de Hollywood: el hombre adolescente (ese animal). Piensen en retrospectiva, desde Rambo a Rocky, desde Batman a American Pie, cuando entramos en un cine nos convertimos en unos adolescentes americanos con pilila, que dicho sea de paso es el apéndice y el estado ideal para consumir. Las películas “sueciadas” tienen mucho que ver con ese público. No sólo porque se juega con las mismas películas que han sido apoyadas por ese público, sino porque se acepta nuestro destino final como espectadores de cine americano: somos unos adolescentes cachondos, con ganas de juerga, buenos tipos, con ganas de pasarlo bien con los colegas… vaya, como verán, todo un panorama.
Si, hiper-escepticismo...
2 comments:
Como me alegro de poder leerte de nuevo. Nos tenías muy abandonados, ya sabes, fiel legión de seguidores... Por cierto lo del consumo adolescente se puede aplicar a muchos temas. Ya hablaremos; otra de tus más fieles seguidoras y yo hemos estado hablando hoy de eso precisamente, y para darte un poquito de envidia (porque tu sabes que a mi tú me das mucha) en una de esas comidas que seguro echas de menos. Besos para la salvaje cinematográfica que tanta razón tiene.
Yo quería sueciar "El Resplandor", pero nadie me quiso ayudar. Y busqué figuritas articuladas de Liv Ullman y Bibi Andersson en ebay, pero nada.
Qué frustrante es la vida.
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