Sunday, July 6, 2008

Sintiéndome Khrush / Feeling Khrush



Si Oscar Wilde decía que “los placeres sencillos eran el último refugio de los hombres complicados”, yo debo de ser más simple que una esterilla porque lo mío son definitivamente los placeres extravagantes. Entre ellos destacan dos, a saber, viajar a sitios muy alejados y molestar a grandes intelectuales; es por ello que esta foto significa tanto para mí. Aquel fue un día para el recuerdo en el que uní dos de mis grandes placeres: viajar a Nueva Nueva York al mismo tiempo que molestaba al libanés Amin Maalouf autor de, entre otros, “Las cruzadas vistas por los árabes” o “León el Africano”. Claro que esta foto es un simple fragmento congelado de un largo viaje de ocho horas que dio para lanzarle trocitos de pan con las cucharillas de plástico, imitar vómitos y ataques de histeria y alzar la voz cuando el escritor cabeceaba. Que festín.


Espero que aquellos locos días vuelvan, aquellos en los que dejaba a mis espaldas a la decrepita Europa y a su decrepita élite intelectual. Mejor dicho, rezo porque así sea, porque en el momento en el que escribo estas líneas estoy angustiado esperando la llegada de mi visado americano. Y no llega. Y no llega, y el avión lo tengo para... En fin, que si las autoridades lo permiten y en Washington se deciden, me vuelvo a pasar una temporada a Colorado, EEUU, lugar donde mi esposa, cráneo privilegiado, está realizando investigaciones de primer orden al servicio del Ministerio de Agricultura Americano (¡¡go Sara, goo Sara, gooo!!). Yo allí pues la cocino, la limpio la casa, la hago la colada, la compro alguna planta decorativa, y reflexiono. Que aunque no dependa de ningún ministerio uno piensa (que es gratis), lee, estudia, y prepara, claro que luego queda lo que queda. Además que los USA me pirran, la verdad, especialmente Colorado con sus locos cowboys, sus filetes de carne inmensos, sus cervecerías tradicionales y su ambiente informal y sport, que la gente viste así como de bajar a tirar la basura. Lo dicho, como ser de Cáceres e irte a pasar el verano al pueblo pero a miiiiiiiiiiiiiles de kilómetros y hablando otro idioma… bueno, eso también pasa en Cáceres.


De un modo ciertamente imprudente, Tex había decidido refugiarse detras del Giacometti.

"No nos gusta mucho el claroscuro aqui en el paso, extranjero", le informó el sheriff.


"Tan sólo ves bajando tranquilamente el Malevich, vaquero", le aconsejó el comisario.


Para mi USA con sus impresionantes vistas (“scenery” que me lo llaman), sus montañas rocosas, sus ríos, sus gentes es como si fuera un inmenso parque de atracciones que uno no se cansara de visitar. Por eso esperando el visado, que el endemoniado no llega, y el avión está pagado, y que tenemos que hacer escala… he sentido lo que los expertos llaman “Síndrome de Krush”. El síndrome Krush hace referencia a, según la Wiki, “una enfermedad psicosomática causada por una fuerte decepción al no poder visitar una atracción turística o de otro tipo durante un viaje o durante unas vacaciones. Los psicólogos lo han diagnosticado como la antítesis del Síndrome de Stendhal, es decir, el producido cuando el individuo es expuesto a una sobredosis de belleza artística, pinturas y obras maestras del arte.” Esta bizarrísima enfermedad que ha entrado dentro de mis neuras favoritas tiene su origen un hecho no por histórico menos idiota: la frustrada visita que hizo Nikita Khrushchev a Disneylandia el 19 de septiembre de 1959.



Nikita Krhushchev, el primer ministro con un carácter de mil demonios, el oso enfurecido del Kremlin, decidió en plena Guerra Fría visitar Estados Unidos haciendo primero escala en Nueva York para después trasladarse a Los Ángeles, ciudad en la que vivirá mil y una aventuras. Una vez allí le informan de los planes que le tienen preparados para su visita, que eran, en primera instancia, mandarle a ver unas casas que se habían construido en Granada Hill, mientras que su mujer y su hijo se lo pasarían teta en el “lugar más feliz del mundo”, Disneyland. Krhushchev que siguiendo la línea política de acercar los dos bloques hacía unos meses escasos había inaugurado la “Exposición Americana” en Moscú (julio 1959), ya estaba harto de casas americanas. De hecho en aquella exposición se celebró la famosa Conversación de la cocina donde el primer mandatario ruso y Nixon se enzarzaron en una larga conversación sobre quien tenía los electrodomésticos más chulos, y donde Nixon ejerció de vendedor de electrodomésticos, rollo Master Cadena:


- Nixon: “Déjame que le enseñe esta cocina, es como la de las casas de California” .
- Khrushchev (deteniéndose delante de una lavadora): “Nosotros tenemos cosas como ésta”
- Nixon: “Este es el último modelo. Es el tipo de electrodomésticos que se construye a miles para instalarnos directamente en las casas. Los americanos estamos interesados en hacer que la vida de las mujeres sea más fácil”. (esta es una transcripción literal, sin coñas).



Con esos antecedentes, pues el bueno de Krhush le da por pensar que se va a pasar la mañana viendo secadoras, lavavajillas y televisores y dice “pues yo también quiero ir a Disneyland”. Una frase que desatará la tragedia y que despertara la furia atávica del oso ruso.



Mientras que por un lado las relaciones públicas del parque se vuelven locos de alegría pensando donde se producirá el encuentro entre Mr Krhush y el tío Walt, que se calcula delante de la atracción de 20000 leguas de viaje submarino, ante la cual Walt Disney dirá la frase “esta es mi flota de submarinos” según se cuenta en este video. Por otro lado, los servicios secretos deshinchan la ilusión del bueno de Krhush: el dispositivo de seguridad estaba pensado para la familia del primer ministro ruso y no para el mismísimo Krhushchev paseándose por Main Street, la zona de recepción del parque que estaba construida queriendo imitar la típica calle mayor americana. Imposible montar un dispositivo con tan poca antelación. Imposible garantizar su seguridad. El viaje se ha torcido.


A la mañana siguiente de recibir esta noticia le toca visitar la Century Fox, donde se encuentra con el rodaje de Can-Can de Walter Lang (1960); allí le recibe una diplomática Shirley MacLaine al grito de “¿Cómo demonios estás, Khrush?. Estoy jodidamente (goddammed) feliz de que estés aquí. Bienvenido a nuestro país y a la 20th Century Fox, y espero que disfrutes viendo como Hollywood hace un musical. Ahora vamos a rodar un número de can-can sin medias” (¿¿??). No es de extrañar, pues, que después del disgustazo de Disneyland y las acogedoras palabras de MacLaine que interpreta en la película a “Simone Pistache”, Mr Khrush dijera que todo el episodio había sido “horrrriblemente decadente”. Sin embargo todo Hollywood se había volcado con la visita oficial hasta hacer que las sillas para el almuerzo oficial se vendieran a precio de oro. Rodeando al premier ruso se podía ver a Bob Hope, Frank Sinatra, Marilyn Monroe, David Niven y Maurice Chevalier. Pero Mr Khrush no los iba a defraudar, ya que tal como había demostrado dando zapatazos en la ONU, él también sabía dar un buen espectáculo, y vaya si lo dio. En medio del almuerzo tuvo uno de sus famosos ataques de ira delante de toda la prensa americana volviéndose iracundo por un tema que era su espinita, Disneyland.

“Hemos venido a esta ciudad donde está la crema del arte americano. Imaginar que a mí, un Primer Ministro, el representante de los Soviets, cuando vengo a esta ciudad, me dan un plan. Un programa sobre lo que me van a enseñar y con quien me voy a encontrar.
Y ahora me dicen que no puedo ir a Disneyland. Y yo pregunto, ¿por qué?, ¿a qué se debe?. ¿ Tienen lanzaderas de cohetes allí?. Yo no lo sé.
Pero escuchad, tan sólo escuchad que me han dicho, cual es la razón que me han dado. Nosotros, y con nosotros me refiero a las autoridades americanas, no podemos garantizar tu seguridad si vas allí.
¿Por qué?, ¿hay una epidemia de cólera allí, o algo?, ¿o los gangsters han tomado el lugar y me pueden destruir?. ¿Qué debo de hacer?. ¿Cometer suicidio?.
Esa es la situación en la que me encuentro. Ya comprenderéis, para mi esta situación es inconcebible. No puedo encontrar palabras para explicarles esto a mi gente”.




Después de lanzar este bombazo diplomático a la altura de la “Crisis de los misiles”, Khrush impide que su mujer e hijo visiten Disneyland porque si no era seguro no era seguro para él no lo era para nadie (jooooooooo, papá yo quiero ir). Mientras tanto, en la otra punta de la ciudad, Walt Disney se revolcaba en los petrodólares gracias a la publicidad que su parque, de tan sólo 4 años, recibía inesperadamente. Claro que el episodio no podía acabar así y al tío Walt se le ocurrió otra de sus maravillosas y reaccionarias locuras: ¿por qué no rodar una película inspirada en la visita de Khrushchev?. Dicho, hecho y encargado a Bill Walsh el productor de Mary Poppins (1964) además de un de un montón de reportajes sobre Disneyland. Quien a su vez llaman a Don DaGradi guionista de Mary Poppins, director artístico de Dumbo (1941), dibujante de Peter Pan (1953) y Alice in Wonderland (1951)… Esos pesos pesados del estudio plantean una comedia: “Khrushchev in Disneyland”, una deliciosa comedia…

Una comedia que debía inaugurar un estilo y una época, el de la típica comedia de la Disney durante la década de los 60. Para que se hagan una idea, una película rollo Tu a Boston y yo a california / The Parent Trap (1961) pero con un Khrushchev cuyo principal objetivo para viajar a los USA es ver Disneyland, un Khrushchev al que le prohíben la entrada por motivos de seguridad y que descubre que el parque de atracciones está a menos de 3 kilometros de su hotel y que está abierto hasta media noche. Total que el premier ruso decide visitar el centro de entretenimiento pese a quien le pese y aunque se tenga que disfrazar…ya se hacen una idea, encuentros y desencuentros, carreras, ropajes que se enganchan con los quicios de la puerta, mucho humor anti-soviético (piensen en películas como Ninotchka, 1939, o One, Two, Three, 1961), y para rematar, algún toque humano para el malvado a parte de su patetismo. Oye que me contrataron hasta el Peter Ustinov quien prometió a Walt Disney inspirarse en su madre rusa para el papel de Khrushchev- “no sabía que tu madre era calva” replicó Walt. Pero los días de la chimenea codiciosa estaban contados, Walt Disney, que fumaba más que respiraba fallecería antes de que un proyecto, digamos, tan “personal”, pudiera seguir adelante.




En un universo paralelo Peter Ustinov hubiese podido encontrarse con James Stewart en el rodaje en Disneyland de otra interesante no-película The blind Man, de Alfred Hitchcock. En esta peli James Stewart interpretaría a un pianista de jazz ciego de nacimiento al que se le trasplantan las corneas de un hombre asesinado donde perdura la imagen indeleble (como las arañas y los muebles de los Almacenes Ruiz) del asesino. Esta imagen del vil asesino se revela mientras James Stewart estaba visitando Disneyland y lleva, suponemos, algún gorrito o alguna camiseta estúpida. Para llevar a cabo una cosa tan aparatosa la Universal contrata a Ernest Lehman uno de los grandes guionistas de Hollywood (North by Northwest por citar alguna), quien empieza a salivar con la idea de una película del gordito de los sustos cooooompletamente rodada en Disneyland. Pero la cosa se tuerce con Psycho (1960). Que Walt Disney la ve, y no, no le gusta. La enorme carga de agresividad, anal y de la otra, que tiene la peli le hace decir “Jamás dejaría que mis hijos la vieran (¿?) y mucho menos que filmen en Disneyland”.



Pero por desgracia los universos paralelos sólo aparecen durante ataques psicóticos y ninguna de estas películas se rodó, Krhushchev nunca visitó Disneyland ni siquiera disfrazado de italiano o mujer, ni tampoco construyó “Miracle Land” la respuesta rusa a Disneyland, a finales de los 80 el Régimen Comunista entrará en una grave crisis que provocará su colapso a principios de la década siguiente… mientras tanto yo continuo sin visado. Con lo que si el visado llega y me voy a tiempo a USA, probablemente no volveré a escribir hasta que me instalen "el internet", vaya, no quincenalmente como acostumbro. Pero si el visado no llega rellenaré la palangana que tengo debajo de la mesa del ordenador, y volveré a la carga. Pase lo que pase, disfruten del principio del verano pero no se fíen en sus ojos, uno nunca sabe a quién pertenecieron antes.


En 1975 en viaje oficial el Emperador Hiroito visitará Disneyland. En 1989 cuando muera será enterrado con su reloj de Mickey según Sterling Seagrave y Peggy Seagrave en su libro The Yamato Dynasty.

Me despido con una canción en "¡Me ha entrado en los ojos!"...

1 comment:

Anonymous said...

No nos escribes nada, con la de cosas que estás viendo y haciendo por gringolandia. Pónnos algo aquí, anda, que tenemos mono.

Besos de aureamar camino a Berlín (pasando por la Font de la Figuera)