Voy a hacer una confesión un tanto snob, no tengo tele. No es que no tenga el electrodoméstico, que lo tengo y que todas las semanas hay que pasarle un trapito para que no pille polvo. Lo que no tengo es antena. Vaya que está conectado al dvd y ya está. Esta falta de radio difusión empezó cuando, de universitario, pensé que vivir con unos seres tan grises y desesperados como yo, otros universitarios, ya era un motivo suficiente de entretenimiento. Me equivoqué, pero ahí continuo, obcecado y desconectado. Con lo que siempre en las conversaciones más intranscendentes (las que más me gustan) me pierdo con algún chiste que no pillo como un anuncio famoso o un baile idiota popular, pero siempre tengo algún buen amigo que me lo explica. Lo mismo pasaba con las grandes tragedias del siglo pasado: “Oye Nacho que es que están tirando las Torres Gemelas, que te pases que lo están echando por la tele”. Y allí que me iba yo, y merendábamos todos la mar de felices. Más que nada por si, como pensábamos, estábamos a las puertas de una catástrofe nuclear, “que por lo menos nos pille con unas valencianas en el cuerpo” decíamos tan contentos.
Este apagón digital no me impide sin embargo disfrutar de todas las series más punteras que se echan por la HBO o por cualquier otro canal americano. Que esas tele-series no se ven ya por la tele, que uno se las descarga alegalmente y las cambia como los cromos de antes (¿Quién tiene “"The Sopranos" 5x08… la cambio por "Nip/Tuck" 3x05?). Ese estar al día de “las nuevas series de ficción” ha introducido en mi casa un amargo e interminable debate a la hora de aplastar el hervido (nos gusta aplastado y con mahonesa). Este debate que anima nuestras noches de casados gira en torno a “la normalización del Travestí”, o si lo prefieren, “la normalización de la cosa Travestí”. Me explico, nosotros tenemos muchos amigos homosexuales o que por lo menos actúan como tales. Y mira, nos parecen graciosísimos, nos meamos de risa con ellos. Somos en definitiva personas modernas amantes de la gran pluma y de la cucamona gay tanto en el campo del diseño, las artes como del tú-a-tú diario. Además que reivindicando la valencianía a marcha martillo nuestros amigos son herederos de la “Escuela Valenciana Travestí” cuyos máximos representantes son los grandes artistas Vicente Palop y Angel Quirón. Para explicar la transcendencia de este estilo reproduzco un fragmento del imprescindible artículo de David Glamour, “Pink Terror”:
“El Glam Mediterráneo es una de las diversas manifestaciones del glam patético. El templo por excelencia es El Molino, sus moradores las máximas figuras de este peculiar género. Y las mariquitas un clásico del género bizarro, que nos ha llegado hasta nuestro días con la Drag Queens. (…) Vicente Pelop y Angel Quirón son de la escuela valenciana del show y las varietes diversas al más puro estilo fallero. Actuaban con al gran supervedette Ivette Rene como comparsas de su séquito bizarro. Unos de sus números consistían en ponerle una inyección a la vedette en el culo, y para ello la cantaban una bonita canción pícara mientras ella se quedaba quieta y con el culo en pompa. También pasarán a la historia del pop bizarro por contar los chistes más atroces y homófobos sobre mariquitas, los cuales, para más inri, escenificaban y recreaban con todo lujo de detalles. Su estilo era el clásico de Catalunya pero con el toque fallero valenciano, que les hacía mucho más ridículos y esperpénticos si cabe, pero con una visión del glam brutal y descarnada.
Después de cada tanda de chistes, salían con sus plumas y tocados a hablar con los jubilados sentados en el patio de butacas para ponerles cachondos y tocarles el paquete... Luego salía la vedette para disculparse ante el respetable y llamarles maricones en una catarsis de outing sin precedentes. Su último espectáculo fue con Ángel Cristo y Bárbara Rey en el circo, donde se encargaban de hacerles el vestuario de luxe a los elefantes que Bárbara domaba.”
Esa es, en líneas muy generales, lo que en mi casa se piensa de lo que es un homosexual y de cómo actúan, por lo menos entre las cuatro paredes que digno llamar hogar; de ahí entre otras cosas la estupefacción que nos causa la figura de Grande Marlaska. La cuestión es que nosotros pensábamos que lo de los Travestis era una cosa llamativa que uno veía en la semana cultural de su pueblo, en el día dedicado a los Jubilados (“nuestros mayores”); y ahora resulta que en una tendencia estética y vital generalizadísima, si atendemos a lo que se llaman “las nuevas series de ficción” que están llenas de personajes travestís. Además, de todos los personajes, los más Travestís, asombrosamente son las mujeres.
Las nuevas series de ficción están llenas de mujeres-travestís en una inusitada normalización del chiste grueso, de la referencia al bajo vientre, la obligación de tener un dildo… Repasemos sino, “Sexo en Nueva York” ("Sex and the City", 1998, TV series), una serie sobre 4 travestis que triunfan en la Gran Manzana, “Mujeres desesperadas” ( "Desperate Housewives", 2004, TV series), otros tantos travestis en un ambiente suburbano, "Weeds" (2005, TV series) una viuda travestí que pasa hierba y su amiga travesti al que el marido pone los cuernos con una profesora de tenis supertravesti. Esta innegable tendencia, reconózcanoslo, causa estupor. ¿De dónde vienen tanta travestis?. ¿Es esto los “Ladrones de Ultracuerpos Travestís”?.
Menos mal que a la ayuda de estas gafas de pasta cansadas acude la filosofía. Jean Baudrillard escribió para uno de sus artículos un título premonitorio “Todos somos transexuales”. En él decía: “Cuando el destino del cuerpo es convertirse en prótesis, resulta lógico que el modelo de la sexualidad sea la transexualidad y que ésta se convierta en todas partes en el espacio de la seducción. Todos somos transexuales. Así como todos somos mutantes biológicos en potencia, también somos transexuales en potencia. Y ni si quiera es una cuestión de biología. Todos somos simbólicamente transexuales”. Ustedes dirán, no entiendo nada y sí que mea lejos este para explicarnos “Sexo en Nueva York”...
... Pero lo que expone Baudrillard es interesante, lo que viene a decir más o menos es que ha habido una revolución sexual, que nos ha llevado donde nos ha llevado, pero que ha triunfado. Y como toda revolución que triunfa, ha cumplido su objetivo, es decir, esparcir la duda. Si tras la Revolución Francesa la pregunta era a qué clase pertenezco, con la Revolución Sexual la pregunta es ¿Cuál es mi genero?. Total, que tras la revolución sexual y sus dudas (“tras la orgia, el deseo y la diferencia sexual”) resulta difícil mantener las diferencias de sexo muy acentuadas, con lo que viene una etapa de “simulacros eróticos y kitsch transexual en toda su gloria”. En él resulta difícil mostrar, por ejemplo en una serie de televisión, los “signos carnívoros de la sexualidad”, especialmente de la mujer, a la que la Revolución Sexual de los 60, no lo olvidemos, reivindico como sujeto humano autónomo que siente, piensa y duda sexualmente. Para ello, para mostrar los “signos carnívoros de la sexualidad” se echa mano, según Baudrillard que toma el ejemplo de la Cicciolina, del exceso del travestí: “sólo ellos, como es sabido, viven de los signos exagerados, de los signos carnívoros de la sexualidad”. Vamos que según este señor tan sesudo las mujeres que vemos en anuncios, prensa y tele mantienen unos discursos sexuales que “ninguna mujer asumiría hoy en día”. ¿Y qué discursos son eso que mantienen las protagonistas de las teleseries?. Esencialmente “la exageración del discurso sexual” pero que nunca es perverso, libertino, amenazante. Es un “exorcismo del cuerpo sexual por la exageración de los signos sexuales”, “el exorcismo del deseo por la exageración de su puesta en escena” (y la exageración de la comercialización).
Para aclararnos, que en series como en “Sexo en Nueva York” y otras, se actúa exactamente como en un show de Vicente Pelop y Angel Quirón, es decir, las protagonistas se sientan en los paquetes de los espectadores, cuentan un par de chistes groseros, y después sale alguien y les llama maricones. Lo que resulta sorprendente es la gracia que continua haciendo un esquema tan viejo. Nosotros, desde aquí y a las autoridades competentes, pedimos se regule el contenido Travestí que se emite por la pantalla amiga, pues como todos los discursos este también tiene su lado oscuro, y tememos que la cosa pueda dar un giro y nos encontremos a millones de personas actuando como travestís cabreados. Uno de los encabezados de la I Revuelta Travestí será “El Tornado” un escocés improbable, amigo de la casa, que toma el estilo valenciano del glam brutal y lo transforma en reivindicación imposible, vean este link http://es.youtube.com/watch?v=Ddhw2PqthQU . Tomemos ejemplo de él, y hagamos de nuestros imprescindibles consoladores (uno no es un sujeto moderno sin consolador) no un objeto de satisfacción onanista, sino un elemento de agresión. Dejemos tuerto a más de uno.
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