Thursday, March 12, 2009

Jonathan Richman y el señor de la tienda de encurtidos


El número 7 es desde luego el autobús más poético de todos los de la valenciana Empresa Metropolitana de Transporte (la EMT para entendernos). Su trayectoria posee podríamos decir una belleza innata basada en el juego y en conceptos filosóficos tan elevados como la deriva situacionista ya que no parece que lleve a ningún lado, sino que tan sólo es guiado por la caprichosa voluntad del conductor. Así, aleatoriamente y por puro azar, se deja llevar y ahora fruto de sus recuerdos quiere pasar por la calle donde jugaba de pequeño o por el paseo donde iba con su primera novia, y ahora guiado por sus papilas gustativas quiere pasar cerca de un horno para ver como las empanadillas, las media lunas cristianas y valencianas, relucen en su mostrador … Yo con el autobús número 7 me identifico de una manera mística, principalmente por puro sentido contradictorio: parece que lleva por una ruta, y ¡zas!, da un giro radical y se mete por un callejón que confunde para ¡zas! dar otro giro. Es por decirlo en términos musicales una línea dodecafónica, porque justo cuando estabas empezando a comprender su trayectoria, aparece un nuevo y sorprendente vuelco en el camino… Además es un autobús que cogen los viejecitos para ir al Mercado Central, y los yonquis para ir a comprar heroína a Las Cañas, es un autobús que pasa por lugares de prostitución y por la plaza del Ayuntamiento, además enlaza con la red de Ferrocarriles que es una cosa muy práctica. Una de las escenas que más me gustan del autobús número 7 es que más o menos a la altura de la calle Francisco Moreno Usedo puedes ver, aunque quizás sea un reflejo o es que yo lo leo mal, o una tienda ¡¡¡sólo de encurtidos!!!... de olivas y pepinillos en vinagre y sus variantes (las moriscas olivas negras o las bastas olivas rotas). Y cada vez que paso por la tienda de encurtidos y viendo los escándalos de nuestra política valenciana pienso “He ahí el último hombre honrado de Valencia”. El tío de la tienda de encurtidos, sí señor, ni un constructor, ni político, ni un catedrático en historia del arte, el tipo de la tienda de encurtidos. Dan ganas de parar el autobús número 7 y bajar a darle un abrazo por devolverme la confianza en el género humano, y tomarse con el conductor, el abuelito que sólo sale de casa para comprar los auténticos tomates raf y el yonqui que va para las cañas unas olivitas y unos buenos encurtidos…



El 41 no está mal. Es utilitario, y tal, lleva a las universidades, pero claro no es el número 7 (por supuesto). Lo que ocurre es que el autobús número 41 por su pura funcionalidad este viernes se verá revestido de gloria y dignidad ya que nos llevará a ver a alguien que en casa consideramos tan majo como el de la tienda de encurtidos, Jonathan Richman . Que sí, que sí, que ya sé que viene cada dos por tres, que es colega de Kiko Veneno y Muchachito, pero tenerlo en Valencia, con sólo coger el 41 para ir al Wha-Wha es un lujo. Si no lo conocen ahí van nuestras canciones preferidas que así pruebo lo de poner vídeos…



La primera canción sirve para ilustrar lo que puede dar este hombre en el escenario, y para confirmar que donde mejor se pasa es en los bares de lesbianas. Basada en un hecho real que narra cómo Jonathan estaba una noche en un bar, y cómo que no estaba muy a gusto (estaba muy self-conscious) y unos tíos que estaban allí le llevaron a un bar lésbico en un área industrial donde se lo pasó pipa. En comparación con el primer bar, en el lésbico las cosas eran más “Friday night” y mucho más “Laissez faire”. O-sea-planazooooo.



La segunda canción, un clásico suyo, va sobre la historia del arte y sobre cómo ésta encumbra a gente pequeña. En ella cuenta como a Pablo Picasso nunca lo llamaron “capullo” cuando intentaba ligar con tías, que Pablo Picasso era un retaco pero que cuando paseaba por la calle las tías no podían resistir su mirada. A él nunca le llamaron “capullo” a diferencia de ti, y por lo menos no en Nueva York. De eso va, básicamente…



Este video incide en la cosa del directo, principalmente porque Jonathan ejecuta un sexy, sexy, sexy baile en la canción “Soy un pequeño dinosaurio”. Jonathan lo da todo, aunque el baile en el contexto de la canción, del concierto, y del curso natural de la vida y de los acontecimientos, pues como no se entiende. Ahora, repito, lo da todo. El video es presentado por un señor que acaba de venir de pescar truchas.



Finalmente un clásico suyo pero de culto, de cuando era nueva-olero y tal. Obra cumbre de los tres acordes y de juntarse con cuatro colegas (los Modern Lovers) a berrear. Aquí acompañado por un video amateur muy majo, hecho en la década de los 90 y que cuenta el viaje que se hicieron unos amigos en coche desde Nuevo Méjico hasta Nueva York. Que vamos a decirlo todo, son un porrón de horas, pero de aburrirse…



El autobús 41 en comparación es un paseíto… pues allí nos vemos.

3 comments:

Anonymous said...

uff!! el 7, es lo más grande, lo más.
Yo tengo tantas anecdotas!. Presencié el nacimiento de una amistad entre un abuelo y un yonqui, de vuelta de las cañas, donde comentaban sus respectivas pastillas y efectos....un graaan momento.
Y en sentido contrario, recomiendo subrise en el Mercado de Ruzafa los viernes por la mañana y ver las hondonadas de abuelas, muchas cojas, con muletas, brazos rotos, etc., con sus carritos de la compra, que van al Mercado Central a comprar 1kg de manzanas.
Y tambien los lunes por la mañana, que hay mercadillo en Ruzafa y se suben las marujas con bolsones de ropa de segundas a 1€ con actitud de excursion de colegio, hablando con cualquiera y enseñando sus adquisiciones.
Es un gran autobus, a mi me encanta, y te hace una ruta turistica que nunca sabes donde te va a dejar, paseas tranquilamente por la ciudad y de repente lo ves pasar: Coño! ¿por aqui tambien pasa el 7?

Anonymous said...

El bailecito o lo que sea del little dinosaur es en verdad estupefaciente, un wtf digno de cualquier celebración de despedida de soltero/a.

Anonymous said...

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saludos

Diego