Sunday, March 29, 2009

Grande Grace Chang


Hace unos años llegamos a la conclusión de que la gente era bastante desagradable y en algunos casos extremos (pero no extraños) que eran unos hijos de la grandísima puta. Al mantener esa línea de pensamiento nos cargamos de un plumazo el contrato tácito que manteníamos con los musicales: que la gente buena y simpática se iba a poner a cantar sobre sus sentimientos, haciendo que los demás, la gente egoísta y digamos “no-musical” nos diéramos enterados de ellos. Con ello se fue al traste el género musical, que no sólo tuvo que soportar el desencanto del espectador sino que, entre otras cosas, se ahogó en el lodo de sus propios presupuestos; que excesivamente altos hicieron peligrar a más de una productora. Recordemos que uno de los últimos éxitos del Viejo Hollywood fue The Sound of Music / Sonrisas y lágrimas (1965), cuyos enormes beneficios y popularidad, hicieron que muchas productoras ya tocadas por el descenso de espectadores se metieran en una enloquecida carrera de películas y musicales carísimos que se convirtieron en la agonía del Hollywood clásico.


A partir de ese momento, sino antes porque Les parapluies de Cherbourg es de 1964, el musical entró en el terreno de la experimentación, y cuando digo experimentación quiero decir de directores como raros, como Alain Resnais que hizo la maravillosa On connaît la chanson (1997) donde un grupo de parisinos hacían playback de sus sentimientos con canciones de la chanson, o Dancer in the Dark (2000) con la Björk cieguita. Otra cosa que gusta mucho a los directores raros es hacer películas incomprensibles y poner en medio coloridos números musicales, que esto creo yo que viene de Pedro Almodóvar, que lo puso de moda. Así lo hizo, por ejemplo, David Lynch en la improbable Inland Empire (2006) donde en un momento bailaban dándonos un respiro de ver a Laura Dern, o el director del que hablábamos en el anterior post, Ming-liang Tsai el de Tian bian yi duo yun/ El sabor de la sandia (2005) cuya banda sonora me la pongo siempre para limpiar la casa, porque, la verdad, me parece una bizarrada digna de tener en el nanopod.

Hace unos días, impedido como estoy (impedido y muy poco productivo) empecé a tirar del hilo de esa BSO, y he descubierto a una cantante/actriz que me tiene a-lu-ni-za-do, digo alucinado, la gran, pero gran, gran de verdad Grace Chang. Grace chang ha entrado de inmediato y por la puerta grande en el Olimpo de las grandes diosas imposibles de la canción junto a Eartha Kitt (censurada en televisión por hacer cabrear a la señora Nixon) o Yma Sumac (a la que los generales estalinistas le tiraban las medallas al escenario como símbolo de aprecio). Grace Chang está a la altura de todas ellas, vean sino esta genial versión de la “Habanera” de Carmen. El galán se la come con los ojos, como para no comérsela…



葛蘭 pues así es su nombre en chino, nació en 1933, es una actriz y cantante que participó en 33 películas en una carrera de 11 años. Educada como cantante de la ópera de Beijing acaba convertida en la Marisol del Maoismo en películas como “7 hermanas” (se debut en 1953), a partir del cual se labró una carrera como cantante ligera en la línea del mambo, y cha-cha. Aquí la tenemos en uno de mayores éxitos, en la película que le dio el sobrenombre de “Mambo girl”. Desde que oímos este tema en mi casa no dejamos de derramar el Dry Martini por las alfombras y paredes ¡¡cha-cha-cha!!...



Al final parece que la turba juvenil se la va echar encima y lincharla, pero la Chang consigue salir a hombros y todos felices... bueno, una acaba de mal rollo, pero porque es una pava. Ya ven que las películas, así a simple vista, mucha miga no deben de tener que no son otra cosa que puro divertimento para las masas socialistas chinas, pero que presentan una juventud que no esperábamos. Una juventud saludable, pues oye, cómo toda la juventud, divertida, sin complejos, sin armario, consumista, concenciada… En el siguiente clip la Chang sueña con sacarse el carnete de conducir y da sabios consejos a la altura de "la conducción tiene que ser como una flor de loto a la deriva en un tranquilo lago". ¡¡¡No corras, mamá!!!

En el video se la ve muy independiente con su carnet, pero conforme la Chang contrajo matrimonio sus apariciones en pelis se fueron distanciando y su popularidad declinado. Como cantante ha sido recuperada por directores como Ming-liang Tsai que utilizó, por ejemplo, la siguiente canción “Oh calypso!” en su peli Dong /The hole (1998) que creo que es esa en la que el protagonista se acaba follando a su propio padre en un cuarto oscuro gay sin que ninguno de los dos lo sepa (aarrrrrrrgggghh!!). ¡¡Ahivá que a lo mejor os he destripado la peli!!... La canción original salió en la peli china "Azafata de vuelo", con un argumento mucho más blanco que el anterior.



Terminamos con un, podríamos llamar, mambo comunista. Que como podemos apreciar se diferencia del decadente mambo occidental capitalista en la participación del pueblo como coro. En la canción “Jajajamanbo” el pueblo chino participa activamente bien fumando como carreteros, bien escupiendo al suelo o uniéndose a grito pelado a ese solete que se llama Grace Chang. Que gran mensaje Chang, “a la Revolución por los ritmos tropicales”, brindamos por ello.


¡¡¡ Celebramos el post número 50!!! !!!Jajambooooooo!!!

Pd: De qué irán esas pelis que siempre siempre aparece alguien con mirada intrigante…
Ppd: Señor Ariel le contesto de inmediato…

Tuesday, March 24, 2009

Nosotros los supervivientes (parte 1)



YO nunca he pretendido que este blog fuera una especie de diario, es decir que mi ego se impusiera a la crítica cultural y que esto acabara, ya saben, como uno de esos sitios que explican “comí unas lentejas vegetarianas riquiiiiisimas”, “hoy me bajó la regla” o “me gusta mucho el autobús número 7”. Sin embargo al evitar esa imposición, me abstraigo del que es uno de los grandes debates del cine contemporáneo: el “yo” a 24 fotogramas por segundo (o a 12 si lo ponen a doble velocidad). Es decir, ¿se han fijado que gran parte del cine contemporáneo, y entiendo ese término como el cine desde los 60 para adelante, se basa o bien en el ensalzamiento o bien en la negación del ego?. Piensen en todo Woody Allen, y en gran parte de Fellini o Bergman, cineastas que vomitaron sus distintas paranoias en películas más o menos acertadas. Piensen en la cantidad de películas donde el personaje principal, bien sea el real o inventado, se confiesa ante la cámara; piensen en ello y pregúntense pasmados: ¿qué es una confesión sino un ego canceroso y enquistado?. Piensen, por citar aleatoriamente, en las confesiones sentimentales que encontramos en A Complete History of My Sexual Failures (2008), I Am a Sex Addict (2005), o Alexandra's Project (2003). Piensen en ello, y abran los ojos, almas de cántaro, que aquí quien no saca a pasear su ego es porque no quiere, y no sólo los directores de cine sino también el común de los ciudadanos-espectadores. Aquí quien no te cuenta sus miserias en facebook, es cazado por un psicópata a través de tuenti, expone sus explosivas ideas políticas en un blog o enseña sus genitales en XTube.




Esta estética de la confesión a lo loco, este hablar de uno mismo por no callar, está tan extendida que ha acabado alcanzando al cine, porque no podríamos pensar en Vicky Cristina Barcelona (2008) como en un blog de dos americanas pavas, de dos pijas de Baja California contando sus correrías españolas. Un blog contado en tercera persona, pero un blog al fin y al cabo. Seamos sinceros, sólo en un blog se podría leer/escuchar una estupidez de este calibre: “Vicky se paseaba por Barcelona buscando medios de expresión”. Ayyy, Wudy Buddy, que necio eres, y que machista, y que morro le echas... En fin, la decepción no fue sino en aumento porque la gran línea que debería haber cerrado esa infamia audiovisual era “y después de aquel verano nunca volví a ser la misma…”, y creo que la finiquitó con alguna manida frase intelectual sobre la necesidad de cambiar para acabar siendo el mismo. Y en eso, mira, acertó: somos siempre los mismos necios, pero distintos, los que año tras año vamos a ver tus bodrios. Menos mal, y fíjate lo que te digo, que el PLAN BOLONIA va a acabar idiotizando a los únicos seguidores que te quedan, esto es, los licenciados, los universitarios, y los profesoras de secundaria europeas. Mira, algo bueno tenía que tener.

Ahora piensen en la otra tendencia del cine de autor contemporáneo, en cómo ciertos autores han ido negando sistemáticamente la psicología de los personajes. Esta tendencia nació también en los 60s cuando los directores de cine, los situacionistas y la gente decente se hizo este planteamiento: a raíz de los últimos acontecimientos mundiales que incluyen guerras, magnicidios, hambrunas y revueltas hemos llegado a la conclusión que el mundo ya no tiene sentido. Y si no tiene sentido, no vamos a contar las historias como si lo tuviera, es decir, ¡¡viva los saltos temporales, los saltos de eje y los personajes atrapados por la cámara!!. De este modo las películas de Antonioni y de los directores franceses se llenaron de diálogos de besugos “- Buenos días – Buenas tardes - ¿Tiene sardinas enlatadas? – Mi prima es de Cangas de Onis” y de ese tipo de cosas. Con ello se acabó con la psicología que marcaba la causalidad de las acciones de los personajes del cine clásico. Está bien, lo reconozco, la anterior frase es muy larga y tiene muchos “des”, así que se lo voy a explicar de otro modo, fíjense que diferencia y que gusto:


- Típico relato del cine clásico: chico conoce a chica, muchos obstáculos los separan, logran superar estos obstáculos a través de una serie de desventuras y enredos que no hacen sino fortalecerlos como personas y por ende su relación.

- Típico relato del cine de autor (post 60s): chica conoce a chico, esa misma mañana se encuentra un perro abandonado, lo sigue, acaba en una barriada pobre, habla con una prostituta, la prostituta se ríe escandalosamente, ella siente angustia, huye, pilla un taxi, acaba en una fiesta, conoce a un checo, la fiesta se alarga, van a disfrutar del amanecer en una playa, alguien pesca una raya, el checo recita a Vítězslav Nezval “Byl jeden král, byl starý / už netěšil ho svět / Netěšily ho dary /Ten král rád jedl med!”.

Pues del cielo a la tierra óigame. En verdad y con la mano en el corazón nos comportamos más del segundo modo que del primero. Además esta negación de la psicología del personaje nos ha llevado a la que creo que es la gran poética del cine contemporáneo, el autismo. No se pierdan ahora y síganme el hilo: ¿qué es lo que tienen en común el cine de acción, la comedia más estúpida o la película de autor más moderna y sesuda? Que los personajes no tienen psicología, que no tiene un yo construido y que actúan o aleatoriamente o siguiendo las reglas del género (por ejemplo, Rambo mata por matar). A mí eso me encanta, de verdad. Disfruto las historias en que los personajes, aún metidos en la acción, parecen estar pegados al celuloide, como en un collage. Mis preferidos: los personajes de Gus Van Sant (cuando se pone raro) y Ming-liang Tsai el de Tian bian yi duo yun / El sabor de la sandia (2005), que unió en esa película los tres estilos más autistas de la historia del cine: Goddar+Porno+Musical. Pero de esto ya hablaremos otro día, que este post venía a hablar de mí mismo y de los acontecimientos que me han llevado a la situación en que me encuentro…


“Querido diario…” estoy metido en una espiral de mal karma. Desde que subí mi último post parece que me haya mirado un tuerto. El mismo viernes que íbamos a ver a Jonathan Richman, la grúa se llevó el coche de mi mujer, lo que, a su vez, nos obligó a realizar un enloquecido viaje urbano para recogerlo a las afueras (eran fiestas en mí ciudad y el transporte público estaba hecho un asco). Pero pese a ello, nada parecía alterarnos porque debido a la crisis llevábamos dos meses sin salir y esa noche iba a ser la nuestra. Richman empieza a tocar, yo estaba a dos metros del suelo, y una tía, bueno… una perra que teníamos detrás, ¡¡¡vomita encima a mi mujer!!!. Mal rollo garantizado. Acaba la noche, y pienso “mañana me desquito saliendo con unas amigas”. Acabo de cenar al día siguiente y sufro un aparatoso esguince que me hace entrar en el recorrido de urgencias-médicos que me abroncan-y reposo de 15 días. Eso, a su vez, me obliga a ver un buen montón de películas, la mayoría suministradas por mis amigos de café y cigarrillos, blog donde entre link y link discuten de cosas tan interesantes como permitirse “el lujo de ser subjetivos” en las críticas que acompañan las películas colgadas. A mí, personalmente, la mayoría de crítica me ha parecido muy poco subjetiva, a mí me gustaría que los críticos y los chicos de café y cigarrillos me contarán donde han visto o porque les gusta la peli, si cuando la vieron tenían un mal día, si les gusta porque les recuerda algo, o si les insulta porque se consideran mujeres inteligentes u hombres sensibles… vamos un rollo más Facebook.


Esa es la crítica que venía a hacer aquí, una crítica hecha desde mi experiencia (que lastre), mi ignorancia, y mi situación: de cubito prono, con la pierna levantada, y de un humor de perros porque todo el mundo se divertía a mí alrededor menos yo. En esa posición vi una de las películas más bellas que he visto en mi vida, una llena de personajes cotidianos, encuadres bellísimos y frases idiotamente filosóficas. Pero para hablar de ella deberíamos esperar al siguiente post...
Habiendo nombrado la magnifica Tian bian yi duo yun / El sabor de la sandia quién se resiste a poner alguno de sus bizarros números musicales. El resto de la película está a la altura...






Thursday, March 12, 2009

Jonathan Richman y el señor de la tienda de encurtidos


El número 7 es desde luego el autobús más poético de todos los de la valenciana Empresa Metropolitana de Transporte (la EMT para entendernos). Su trayectoria posee podríamos decir una belleza innata basada en el juego y en conceptos filosóficos tan elevados como la deriva situacionista ya que no parece que lleve a ningún lado, sino que tan sólo es guiado por la caprichosa voluntad del conductor. Así, aleatoriamente y por puro azar, se deja llevar y ahora fruto de sus recuerdos quiere pasar por la calle donde jugaba de pequeño o por el paseo donde iba con su primera novia, y ahora guiado por sus papilas gustativas quiere pasar cerca de un horno para ver como las empanadillas, las media lunas cristianas y valencianas, relucen en su mostrador … Yo con el autobús número 7 me identifico de una manera mística, principalmente por puro sentido contradictorio: parece que lleva por una ruta, y ¡zas!, da un giro radical y se mete por un callejón que confunde para ¡zas! dar otro giro. Es por decirlo en términos musicales una línea dodecafónica, porque justo cuando estabas empezando a comprender su trayectoria, aparece un nuevo y sorprendente vuelco en el camino… Además es un autobús que cogen los viejecitos para ir al Mercado Central, y los yonquis para ir a comprar heroína a Las Cañas, es un autobús que pasa por lugares de prostitución y por la plaza del Ayuntamiento, además enlaza con la red de Ferrocarriles que es una cosa muy práctica. Una de las escenas que más me gustan del autobús número 7 es que más o menos a la altura de la calle Francisco Moreno Usedo puedes ver, aunque quizás sea un reflejo o es que yo lo leo mal, o una tienda ¡¡¡sólo de encurtidos!!!... de olivas y pepinillos en vinagre y sus variantes (las moriscas olivas negras o las bastas olivas rotas). Y cada vez que paso por la tienda de encurtidos y viendo los escándalos de nuestra política valenciana pienso “He ahí el último hombre honrado de Valencia”. El tío de la tienda de encurtidos, sí señor, ni un constructor, ni político, ni un catedrático en historia del arte, el tipo de la tienda de encurtidos. Dan ganas de parar el autobús número 7 y bajar a darle un abrazo por devolverme la confianza en el género humano, y tomarse con el conductor, el abuelito que sólo sale de casa para comprar los auténticos tomates raf y el yonqui que va para las cañas unas olivitas y unos buenos encurtidos…



El 41 no está mal. Es utilitario, y tal, lleva a las universidades, pero claro no es el número 7 (por supuesto). Lo que ocurre es que el autobús número 41 por su pura funcionalidad este viernes se verá revestido de gloria y dignidad ya que nos llevará a ver a alguien que en casa consideramos tan majo como el de la tienda de encurtidos, Jonathan Richman . Que sí, que sí, que ya sé que viene cada dos por tres, que es colega de Kiko Veneno y Muchachito, pero tenerlo en Valencia, con sólo coger el 41 para ir al Wha-Wha es un lujo. Si no lo conocen ahí van nuestras canciones preferidas que así pruebo lo de poner vídeos…



La primera canción sirve para ilustrar lo que puede dar este hombre en el escenario, y para confirmar que donde mejor se pasa es en los bares de lesbianas. Basada en un hecho real que narra cómo Jonathan estaba una noche en un bar, y cómo que no estaba muy a gusto (estaba muy self-conscious) y unos tíos que estaban allí le llevaron a un bar lésbico en un área industrial donde se lo pasó pipa. En comparación con el primer bar, en el lésbico las cosas eran más “Friday night” y mucho más “Laissez faire”. O-sea-planazooooo.



La segunda canción, un clásico suyo, va sobre la historia del arte y sobre cómo ésta encumbra a gente pequeña. En ella cuenta como a Pablo Picasso nunca lo llamaron “capullo” cuando intentaba ligar con tías, que Pablo Picasso era un retaco pero que cuando paseaba por la calle las tías no podían resistir su mirada. A él nunca le llamaron “capullo” a diferencia de ti, y por lo menos no en Nueva York. De eso va, básicamente…



Este video incide en la cosa del directo, principalmente porque Jonathan ejecuta un sexy, sexy, sexy baile en la canción “Soy un pequeño dinosaurio”. Jonathan lo da todo, aunque el baile en el contexto de la canción, del concierto, y del curso natural de la vida y de los acontecimientos, pues como no se entiende. Ahora, repito, lo da todo. El video es presentado por un señor que acaba de venir de pescar truchas.



Finalmente un clásico suyo pero de culto, de cuando era nueva-olero y tal. Obra cumbre de los tres acordes y de juntarse con cuatro colegas (los Modern Lovers) a berrear. Aquí acompañado por un video amateur muy majo, hecho en la década de los 90 y que cuenta el viaje que se hicieron unos amigos en coche desde Nuevo Méjico hasta Nueva York. Que vamos a decirlo todo, son un porrón de horas, pero de aburrirse…



El autobús 41 en comparación es un paseíto… pues allí nos vemos.

Sunday, March 8, 2009